━━━𝐓𝐇𝐄 𝐂𝐀𝐑𝐃𝐒 𝐎𝐅 𝐁𝐋𝐔𝐄 ✧ Shim Jake

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✦CHAPTER THIRTY-SIX
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SHIM JAKE;

En este preciso momento, solo estaba seguro de algo. Que no había ninguna piedra preciosa que se comparara con el hermoso brillo que poseían aquellos ojos cafés.

Me puse de pie al instante en que la oí y pude jurar que mis mejillas delataban lo afectado que había quedado tras escucharla, pero, no me importaba en absoluto. No pude disimular la amplia sonrisa que se formó en mis labios, y con pasos lentos y algo torpes, me acerqué a ella quedando frente a frente, admirando de cerca lo hermosa que era.

Volví en sí, dando media vuelta para ir por mi mochila y buscar algo que tenía para ella, en cuanto lo tuve en mis manos, me acerqué de nuevo.

Carraspeé antes de darle una respuesta—, Yo... Quiero cumplir lo que te escribí en mi carta, sé que es muy pronto y no hay ninguna prisa... —farfullé.

Lo que ocasionó que ella sonriera torpemente, desviando su mirada al suelo.

Fue cuando me di de cuenta que aún sostenía el pequeño ramo improvisado que armé con las flores naranja, que encontré en el camino está mañana.

—Para ti... —se lo ofrecí en un gesto tímido.

Juro que casi desfallecí ahí mismo cuando me dedicó aquella preciosa sonrisa, aceptando mi pequeño obsequio.

—Gracias... son muy lindas. —musitó con voz suave, admirando las pocas flores que se encontraban un poco golpeadas por haber estado en mi mochila.

—Están un poco muertas y-...

—Son perfectas —me interrumpió. Yo solo sonreí de vuelta.

—¿En serio lo crees?

—Sí, no han perdido su belleza... —aseguró—. Y... Jake, yo también quiero disculparme por cómo me comporté el martes, no fue muy adecuado.

—No te preocupes por eso, te entiendo, cualquiera hubiera reaccionado igual, todo está bien entre nosotros.

Ella asintió con su cabeza y me miró en silencio, realmente quisiera descifrar el mensaje que escondía su mirada.

De forma inesperada, sus mejillas se sonrojaron y me pareció la cosa más tierna que jamás había visto. Tuve el impulso de colocar ese mechón suelto detrás de su oreja y me atreví a hacerlo, e inevitablemente, sentí de inmediato un agradable cosquilleo igual al de una carga eléctrica recorrer mi mano, justo en el momento en que la punta de mis dedos rozó su tersa piel.

Desde el momento en que nuestros orbes volvieron a conectar, supe que estaba realmente perdido y sin salida alguna.

De pronto, pisadas comenzaron a escucharse a lo lejos, alguien venía hacia aquí.

—¡Oigan, ustedes dos! —escuchamos la voz del vigilante—. ¡No pueden estar aquí!

Con el único pensamiento de huir de allí antes de que el vigilante nos reconozca, fui por la mochila de Hanuel y me apresuré en tomar su mano para luego y por la mía.