-Capítulo 21-

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Esa noche soñé con la misma pesadilla de siempre, lo único que cambió fue que esta vez era Mérida la quien era golpeada. Despierto con la respiración agitada, busco inmediatamente a Mérida, dispuesto a protegerla de el.

Me tranquilicé cuando la vi dormir plácidamente. Me hinqué en frente de ella tomando la única lámpara que hay y la dejó cerca de ella.

>>Ella esta bien, solo fue una pesadilla<< me repetía una y otra vez mientras mi respiración se calmaba. Tome su mano temblorosamente era una forma para transmitirme tranquilidad.

Me quedé viéndola y escuchando su respiración toda la noche.

Vi como el sol salía, llegó a alumbrar mas la cueva sin llegar hasta nosotros. Me quedé viendo como la luz recorría toda la cueva hasta que siento como la mano de Mérida aprieta débilmente con la mía.

-¿Hiccup?- dice somnolienta.

-Buenos días, señorita- sonreí y besé su mano.

Sonrió.

-¿Cuanto tiempo llevas mirándome?- me miró divertida.

-Toda la noche.

-De... ¿de verdad?

-Aja- asentí, no iba a contarle sobre mi pesadilla.

-¡Muero de hambre!- se quejó. Sonreí y fui por su pequeña mochila para sacar un par de manzanas y una botella de agua. Y se lo entregué.

Caminamos lo más rápido que podíamos. El sol pegaba fuerte y hubiera preferido correr.

-Llegamos- dijo Mérida sin aire.

-¿La estrella dorada?- dije emocionado-¡Rapun...

-No. Estamos cerca pero todavía no llegamos.

-Oh... ¿y entonces?

-Vamos a descansar, aquí hace menos calor.

Asiento y caminamos un poco mas. Me entretuve mirando una ventana, tenía algo adentro, me acerqué mas y esta brilló. Me hice para atrás sin despegar la vista de la ventana. Me acerqué lentamente y la figura cambió.

-¡Oh! ¡Mira Mérida! ¡Es una mano!- me pegué a la ventana- ¡Oh! ¡Ahora es un ojo!- señalé la figura- ¡Otra vez la mano! ¡Y el ojo!- estaba impresionado por como cambiaban las figuras y los colores.

-Si, es muy bonito- los miró conmigo un rato.

-¡Es asombroso!- Mérida río y dejó escapar un suspiro cansado.

-Vamos a descansar.

Asentí y le di el último vistazo a las figuras.

-Lamento que nos quedemos aquí- dijo mirando el suelo. Me encogí de hombros.

-No te preocupes he dormido en lugares peores- le resté importancia.

Dejé que Mérida recostara mi cabeza en mi hombro mientras jugaba con mis dedos.

-¿Como lastimase tus muñecas?- la mire- tu...

-No- negué un par de veces- cuando estas... cuando el amo se enfurece por algo que has hecho, te pone esposas que, mientras mas te muevas mas te aprietan. Y bueno, te lastiman porque cuando te golpean mueves tus brazos... he tenido esas cadenas seis veces.

-Por eso tenias septicemia- susurró y asentí-¿Tu que crees que sean las estrellas?- cambió de tema.

-No lo se. Luciérnagas que se quedaron pegadas en esa cosa negriazul- moví mi mano. Parecía la respuesta mas tonta pero eso era lo que me imaginaba- ¿Y tu?

Soltó un suspiro.

-Mi madre decía que los grandes reyes del pasado estaban cuidándonos.

-¿En serio?- miré atentamente el cielo negriazul.

-Si.

-¿Mi madre está ahí?- la volteo a ver.

-Claro que si.

Sonreí, sabiendo que mi mamá era una estrella muy muy brillante. Sabiendo que todas las noches ella estaba viéndome.

Mericcup: PrisionerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora