Capítulo 2

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Brian tenía un hermano, ¿cómo pude haberlo olvidado? Pensé que había muerto... pensé que todos creían que había muerto. Lo habían anunciado, le habían hecho un funeral... Estaba demasiado confusa y aterrada como para pensar claramente. Verlo frente a nosotros me asustaba demasiado, como la sensación de ver a alguien que conoces pero sientes que no es el.

Conan veía con rabia a su hermano y a su padre, como si en cualquier momento fuera a matarlos debido a un ataque de locura. Intentaba no respirar agitadamente para que no dirigiera su vista maniaca hacia mi, pero no funcionó para nada.

Todos en el comedor lo veían con horror, como si fuera un asesino serial. Se colocó frente a las pistolas que los guardias le apuntaban al pecho y le sonrió a su padre, aunque no me parecía una sonrisa sincera.

—No me llegó la invitación de la celebración de Brian, así que vine a revisar que todo estuviera bien...

—Bajen las armas —ordenó su padre a los guardias con precaución, como si también le tuviera miedo. Lentamente los guardias bajaron sus pistolas y se hicieron a un lado, dejando libre el paso para que Conan pudiera acercarse a su familia.

Yo quería hacerme a un lado pero Brian me lo impedía, pues me sujetaba con demasiada fuerza por el brazo, obligándome a ser parte de esa aborrecible escena. Sentía las gotas de sudor recorrer mi rostro, incomodándome.

—Tú no deberías estar aquí —le reprochó Brian a su hermano con el entrecejo fruncido.

—Brian, basta —lo callo su padre, quien se colocó frente a Conan, tomándolo por los hombros con fuerza—. Vamos a hablar en un lugar privado, hijo...

—Ja, pero acabo de llegar, ¿no me guardaron pastel? Oye, yo te conozco —me miró y apuntó con su dedo de forma burlesca; Brian se puso frente a mí de forma protectora—, tú eres la putita noviecita de mi hermano.

Brian finalmente me soltó, pero solo para abalanzarse a su hermano y lanzarle un fuerte golpe en la cara. Me tape la boca, horrorizada, sin saber qué hacer. Los dos cayeron al suelo, golpeándose y ahorcándose entre ellos, sin contenerse. Su padre y varios guardias los separaron después de unos segundos y se los llevaron de ahí en contra de su voluntad sin decir nada más.

El señor Blanc fue el último en salir del comedor tras sus hijos, pero antes de irse se dirigió a todos los que presenciaron lo anterior, en especial a mi, y nos amenazo con que si algo de ese suceso salía de una boca iba a haber graves consecuencias.



A la mañana siguiente intenté contactarme con Brian pero no contestaba. Estaba muy preocupada por él, me daba miedo pensar que algo malo le podía haber pasado. Sin duda esa familia mantenía muchas cosas en secreto. Su padre nunca me dio buena espina.

Jessy me decía que no me alterara, pues él estaba a salvo con su padre y con miles de guardias. Me trajo el desayuno y las dos comimos juntas mientras veíamos el televisor, aunque no podía concentrarme en algo que no fuera Brian.

A la tarde, sin dudarlo mucho, me vestí presentable para ir al Centro sola. Mientras caminaba por el sendero de árboles me encontré con Bob y Marc en su descanso y me invitaron a comer sopa de tortilla junto con ellos. En lo que comíamos juntos yo les contaba todo lo que había sucedido el día anterior, olvidando por completo la advertencia del señor Blanc.

—Pero por favor, no le digan a nadie más —les advertí, sintiéndome arrepentida por haberles contado.

—¡No puede ser! —gritó Marc— ¡Pero ese chico murió hace años!

—¡Pero no grites! —lo regañé frunciéndole el entrecejo.

—Yo nunca creí que estuviera muerto —dijo Bob con aire de sabiondo—, escuchaba rumores por ahí sobre que lo habían desterrado por matar a alguien.

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