Capítulo 19

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Abrí los ojos de golpe por culpa del fuerte estrépito brusco que se generó cuando Millen dio un portazo en mi celda para después cerrarla con llave y marcharse, aunque todo aquello lo divise un poco borroso debido a mi vista pesada y un molesto ardor en la nariz que me ocasionaba un terrible dolor de cabeza.

Cuando mi vista fue más clara observé a mi alrededor al tiempo que me tallaba la nariz y me percaté que estaba en la prisión de Orbe, exactamente en la celda donde Conan había estado anteriormente. No tenía mi bolsa con mis pertenencias y me sentía indefensa y débil, y el ambiente gélido y tenebroso del último piso de la prisión no ayudaba a sentirme mejor. Jamás había estado en la cárcel como prisionera, sé que mis padres estarían muy decepcionados de mi.

Finalmente, transcurridos unos minutos de estar cavilando en el suelo, me levanté y recorrí la pequeña celda cuadrada en busca de algo útil. En el piso en el que me encontraba estaba desierto a excepción del pequeño bulto oscuro que distinguí unos segundos después en la celda siguiente en la esquina más alejada de mi.

—¿Conan? —pregunté casi en un susurro con un dejo de duda, acercándome más a los barrotes de la celda donde se encontraba ese bulto.

—Perdóname por arrastrarte a todo este desastre, solo quería ayudar...

—Conan, ¿qué sucede? ¿Estás bien?

Cuando pensé que ya no me contestaría, se levantó del suelo y se giró apesadumbrado hacia mi dirección, recargándose en la oscura pared al tiempo que se cruzaba de brazos. No se veía bien y eso me preocupa.

—Cuando estabas inconsciente escuché que pasado mañana te mandaran a juicio para saber qué hacer contigo y a mí mañana... mañana me mandarán a la horca... —me informó seriamente, apretando los labios con amargura, pero con una expresión de angustia en los ojos.

No sabía qué pensar. Mi mente literalmente estaba en blanco, sin embargo, mi corazón experimentaba una clase de desconsuelo penoso acompañado de simultáneas punzadas que me afligían; sentía un extraño ardor en los ojos. Me dejé caer al suelo y me senté con las rodillas flexionadas hacia mi, recargándome en la pared de atrás y abrazándome a mí misma, con temor a el mañana.

—¿Qué vamos hacer? —inquirí preocupada con el ceño fruncido— ¿Cómo escaparemos?

—No creo que sea posible escapar esta vez, Sarah —se aproximó hacia mí y se sentó a mi lado imitando mi pose; ojalá no existiera una reja entre nosotros—, lo siento.

—No lo sientas, Conan.

—Si lo siento, es todo mi culpa, debí haberte dejado con la Legión Dorada, de esa manera ahora mismo estarías segura y feliz con el malnacido de mi hermano.

—Si me hubieras dejado, estuviera viviendo una mentira.

—No puedo creer que después de haber escapado de la muerte durante tantos años, al fin moriré mañana...

—No morirás mañana —recalqué firmemente y giré mi cabeza hacia donde se encontraba, notando que él ya estaba observándome con los ojos bien abiertos—, encontraremos la manera de escapar.

De repente, tras un silencio desolado de unos cuantos segundos, observé que Conan comenzó a reír y me quedé perpleja. Se reía como si hubiera escuchado algo demasiado gracioso y le dediqué una mirada de desconcierto y preocupación, tal vez ya lo estaba alcanzando la demencia.

—¿De qué te ríes? —le pregunté confusa, con las cejas fruncidas, buscando con la mirada alrededor algo gracioso para poder justificarlo.

—Pase toda mi vida moviéndome —comenzó a decir una vez tomó un semblante más serio—, ocasionando caos a donde sea que fuera, disfrutando ver el sufrimiento de los demás, haciéndolos sentir como me hube sentido yo. Pensé que eso me haría sentir mejor.

—Supongo que no te hizo sentir mejor...

—Oh, claro que sí, y aún más si se lo merecían, pero ahora es diferente... Por primera vez tengo miedo.

—¿Miedo a qué? —lo observé con curiosidad y con toda la intención de ayudarlo a sentirse mejor, realmente me preocupaba su bienestar.

—Miedo a... no lo sé, es complicado. Tengo miedo de mí mismo, de lo que me he convertido a través de los años: un asesino cruel.

—Estoy segura que has asesinado por defensa propia o porque se lo merecían, no lo justifico —quise aclarar rápidamente—, pero si realmente fueras cruel asesinarías sin razón.

—Pero siento que hay una gran diferencia cuando casi asesine a mi propio padre, antes de que nos marcháramos de aquí con una nave robada de los Dorados.

—¿Y tu padre no se lo merece?

—Claro que si —espetó como si fuera lo más obvio del mundo—, pero es mi padre... Es justamente lo que haría él, de hecho, lo hizo cuando mandó a la Legión Dorada a matarme.

—¿Puedo preguntarte algo? —inquirí tras unos segundos, reflexiva.

—Ya lo hiciste —me miró con una expresión burlesca, aunque con la mirada apagada, pero al ver mi rostro serio no tardó en copiar mi expresión y dio un asentimiento de cabeza a manera de respuesta.

—Cuando tu padre mandó a la Legión Dorada a matarte, ¿no supiste qué fuera una misión con algún nombre?

—Supongo, ¿por qué?

—¿Era la misión Eclipse?

—Lo era.

—Mis padres murieron en esa misión, Conan —lo observé con angustia y nervios, preparada para escuchar lo que sea.

—Lo sé...

Conan me dedicó una mirada con una mezcla de pesadumbre y arrepentimiento, apartó la vista unas cuantas veces de mis ojos y después de unos segundos finalmente me mantuvo la mirada, apretando los labios y tragando saliva con nerviosismo. No había notado lo magnéticos que eran sus ojos.

—Sé que no soy la persona indicada para contarte la verdad, pero moriré mañana y no quiero irme a la tumba con secretos.

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⏰ Última actualización: 6 days ago ⏰

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