Capítulo 11

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Cuando pasamos la atmósfera del planeta observé que había muchas nubes blancas y montañas verdes y cafés, supuse que era una zona montañosa. Conan manejó la nave hasta el suelo firme del planeta, sobre una colina verde, llena de pasto y flores pequeñas. Después de unos segundos la nave descendió en el suelo y Conan se desabrochó el cinturón, se dirigió hacia la compuerta y la abrió jalando una palanca.

Me apresuré en seguirlo y me coloqué a su lado, observando el hermoso paisaje que la compuerta, una vez abierta, nos permitió ver. Había montañas que terminaban en picos, llenas de vida verde, árboles, cascadas de agua transparente, e incluso creí ver que encima de ciertas nubes se alzaban árboles en los cuales las hojas se movían como si fueran olas.

—Es muy bonito —comenté embobada con el paisaje.

—Estamos en un lugar inestable, iré a explorar los alrededores. Quédate aquí.

—No me agrada la idea de quedarme sola, ¿qué tal si alguien me...?

—No me iré lejos, maldita miedosa.

—De haber sabido que me seguirías tratando así, me hubiera quedado en Orbe. Te odio.

—Ay, que triste, me duele el corazón porque me odias —dijo sarcásticamente llevándose la mano al pecho y después se burló de mí. Le hice mala cara pero ni siquiera me vio, pues ya se había volteado para irse.

Bajo por la compuerta abierta, cargando con una pistola colgada del hombro, y se adentro al paisaje exterior, descendiendo por la colina y desapareciendo desde mi perspectiva.

Estaba sola, de nuevo.

Salí de la nave y me senté en el pasto verde y fresco, sintiendo una brisa pasar por encima de la montaña. Nunca había estado en un entorno natural, toda mi vida la había pasado en Orbe. Me emocionaba conocer cosas nuevas fuera de los libros, televisión e imágenes.

En la punta de la colina donde Conan había estacionado la nave estaba un árbol de hojas cafés, medio inclinado hacia el risco de la colina. Era muy lindo. Desearía que Brian estuviera a mi lado, o al menos haber podido hablar con él antes de irme de Orbe.

Me recosté en el pasto, cerré los ojos y ni siquiera había pasado un minuto cuando una sombra cubrió la luz que me daba directamente en el rostro. Abrí los ojos lentamente y vi a Conan con el ceño fruncido.

—Espero hayas disfrutado tu siesta.

—¿Encontraste algo? —le pregunté sentándome en el pasto una vez se había marchado hacia la abertura de la nave, agachándose para revisar el arsenal de armas y cajas que había dentro.

—Una casa abandonada bajando la colina —me informó sin darle importancia y sin siquiera verme—, parece que algo malo sucedió ahí.

—¿Hay comida? —pregunté, levantándome y acercándome a él con los brazos en jarras.

—No lo sé —esta vez sí hizo contacto visual conmigo—, no inspeccione la casa.

—¿Vamos a regresar a Orbe?

—Yo no, si quieres puedo aventarte desde la nave para allá, pero no te lo recomiendo.

—¿Crees que tu padre le ordene a la Legión Dorada asesinarme? Me lo esperaría de todos los Dorados, menos de Millen, ella parecía buena... ¿crees que mis padres también...?

—Hablas mucho —me callo, levantándose y colocándose enfrente de mi—. Iré a buscar comida, quédate aquí cuidando la nave, si ves algo sospechoso no salgas.

—¿Cuánto tiempo vas a tardar?

—¿Por qué preguntas? —salió de la nave, colgándose dos armas en cada hombro y guardando algunas en las bolsas de su pantalón.

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