Al menos ya sabía donde estaba: eso fue lo primero que pensé cuando desperté sobre una cama matrimonial en una habitación pequeña, observé un armario café frente a mí y al lado había una puerta; tampoco había ventanas. Las paredes, al igual que la casa anterior, no tenían color, excepto que el piso aquí era de alfombra beige.
Me levanté nuevamente, sintiendo todo el cuerpo adolorido y con un horroroso ardor en la mejilla; aún tenía ganas de llorar pero decidí tragarme mis lágrimas, ahora enfrentaría a Conan.
Me dirigí a la puerta de la habitación y la abrí lentamente; definitivamente estaba en otra casa. Frente a mí estaba un comedor pequeño de solo cuatro sillas y más al fondo una pequeña cocina, cuando volteé hacia mi derecha observé una sala con dos sillones verdes y una mesa de centro de plástico, bastante gastada. Avancé un poco y pude observar que en la pared al lado de la cocina había dos puertas consecutivas; en la primera puerta estaba un baño muy parecido al de la casa anterior y la otra puerta no pude abrirla.
Me coloqué frente a una pared e hice un toque con el puño, pero para mi mala suerte, la pared era de ladrillo.
Me dirigí a los sillones y me senté, esperando a Conan. Me había resignado a que no iba a lograr escapar de ahí, por lo que intentaría hablar con él y convencerlo de que me liberara, o al menos que me contara su historia. Tenía que hacer algo.
Al pasar tres horas consecutivas sin que nada interesante sucediera, finalmente llegó Conan. Entró por la puerta que no pude abrir anteriormente, cerrando con una llave diferente en su llavero, además que cargaba con una bandeja con comida y agua. Sin embargo, cuando se percató de mi presencia sentada en el sillón, se detuvo y me observó con una ceja encarnada.
—Pensé que el efecto del gas duraba más... Bueno, te iba a dejar comida, pero ya que estás despierta te la puedo entregar directamente.
—Lo siento, pero no comeré eso... No confió en ti, Conan.
—Eres muy tonta al no hacerlo, pero si estuviera en tu lugar, tampoco lo haría.
Llevó la bandeja comida a la mesa y la dejó ahí, segundos después, tras dar un respiro profundo, se volvió hacia mi y se sentó en el sillón verde al lado del que estaba sentada yo. Se quedó analizando sus manos por unos segundos, supongo que esperando a que yo hablara primero, pero no lo hice. No tenía miedo porque no observaba que tuviera algo letal en la mano con lo que pudiera lastimarme o matarme.
Después de un minuto exacto, me volteó a ver directamente, sin decidirse por cual de mis dos ojos observar.
—¿Te quedarás ahí sentada? Puedes ir a comer, no te preocupes, no te golpearé con un hacha o te dormiré rociándote un gas.
—¿Por qué estoy aquí? —le pregunté, sin verlo directamente a los ojos.
—Si te digo arruinaré el misterio de la trama, Sarah. Solo te diré que es mejor que estés aquí que en Orbe.
—¿En verdad secuestraste a Brian?
—Honestamente, no —rio por unos segundos, como si fuera algo muy gracioso, pero yo me mantuve viéndolo con las cejas fruncidas—. Lo encerré en la prisión de Orbe, tarde o temprano lo encontraran allá.
—Entonces, ¿por qué Robust... tu padre, dijo que lo secuestraste?
—Porque así lo hice parecer.
—En serio, Conan, ya dime por qué estoy aquí. ¿Qué es lo que quieres?
—Me recuerdas a mi madre.... no literalmente, eso sería horrible, pero tienes algo parecido a ella, pero sigo sin saber qué. Si la hubieras conocido ella te hubiera amado.

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Serendipia
Fantascienza"Encontrar algo bueno sin buscarlo" Sarah es una celebridad debido a que sus padres pertenecían a la Legión Dorada, y su novio: Brian Blanc, es el hijo del gobernador supremo de la estación espacial Orbe. Toda su vida era perfecta hasta que llega Co...