❪ 07. an unseemly request ❫

3.4K 429 169
                                    

CAPÍTULO SIETE

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

CAPÍTULO SIETE

una petición indecorosa
──── ◉ ────


           Winter era una persona soñadora, que aunque sabía que los momentos románticos de sus princesas favoritas no eran reales, tenía la ilusión de tener su primer beso con alguien que la amara profundamente, en un lugar lleno de rosas y un atardecer cálido y bonito.

Sin embargo, sus ilusiones se rompieron en mil pedazos cuando ocurrió todo lo contrario.

Sabía que debía alejarse, pero es que el escritorio detrás de ella tampoco ayudaba mucho y solo pudo apoyar sus manos hacia atrás para sostenerse de algo mientras la posición la obligaba a apoyar su espalda baja en la orilla de la mesa.

Y Ken tampoco se lo dejaba fácil.

Se aferraba a ella como si se fuese a escapar en cualquier momento (cosa que en parte era cierta). Ladeaba el rostro y profundizaba sus movimientos como todo un profesional, dejando a la pobre muy atontada por las nuevas sensaciones que arrasaban con su cordura.

La estaba devorando la boca de una forma lenta, llena de ganas obscenas sin tener compasión por la simple idea de que ella jamás había hecho algo de eso con alguien. Y precisamente pensar en que él era el primero, lo hizo sonreír en medio de sus movimientos, tomándola desde debajo de su oreja y con la otra mano sobre su muslo.

Eso no era un simple beso.

Era una sentencia.

Pero la pregunta aquí era: ¿Por qué diablos ella aún no lo había detenido?

Fácil podía empujarlo, podía abofetearlo, podía hacerse a un lado, o cualquier cosa que le hiciera saber a Sato que era un irrespetuoso. Sin embargo, ahí seguía ella, con los ojos apretados mientras se dejaba comer la boca de una forma tan brusca que hacía que poco a poco su respiración se entrecortara.

Pero entonces, todo se detuvo.

Sus labios sonaron cuando se separaron y solo así ella pudo tomar aire por la boca como si hubiese corrido por horas, aferrándose a los bordes del escritorio como si su vida dependiera de ello.

Sato se alejó unos cuantos pasos con una sonrisa de oreja a oreja, limpiándose el labio inferior mientras escudriñaba los gestos sonrojados de la albina y sus labios hinchados.

Y todo por su culpa, aunque no sintió absolutamente nada de remordimiento.

—Andando. —dictó.

Fue entonces que la ojiazul logró salir de su trance, aún jadeosa mientras una leve capa de sudor adornaba su rostro.

—¿Eh? —vio al pelinegro caminar hacia la puerta.

—Te prometí llevarte a casa, ¿no? —fue lo que le dijo.

physiotherapist ; ken sato Donde viven las historias. Descúbrelo ahora