❪ 03. the look of his unique eyes ❫

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CAPÍTULO TRESla mirada de sus ojos únicos──── ◉ ────

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CAPÍTULO TRES
la mirada de sus ojos únicos
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      —¿Y que tal te fue?

Aunque la voz de Amber sonaba animada, lo menos que quería Winter era relatar el embarazoso momento que tuvo en los vestidores cuando atendía a Ken Sato. De tan solo recordarlo, le daba vergüenza ajena.

—No lo sé, quizás no me llamen. —admitió, quitándose los lentes para dejarlos al lado del monitor de su computadora.

Al otro lado de la línea, Amber frunció el ceño y dejó de leer sus anotaciones para prestarle más atención.

—¿Metiste la pata?

—Me caí mientras revisaba a Ken Sato.

—¿¡Ken Sato?! —tuvo que alejar el teléfono de su oreja por el chillido de su amiga,— ¿En serio lo atendiste a él? He oído que no se deja atender por nadie. Es muy delicado.

—Si, eso me quedó en claro cuando lo ví a punto de golpear al hombre que le daba tratamientos solo porque no le cayó bien.

La pelirroja del teléfono soltó una fuerte carcajada que solo empeoró el humor de la albina, quien no tuvo más opción que revisar su Gmail por si de casualidad tenía alguna respuesta del entrenador Fint.

Aunque lo dudaba.

Al principio creyó que lo que sintió en esa habitación con Ken Sato era algo normal. Era guapo, y como si no fuese suficiente, también era bastante seguro de si mismo, lo que a ella le faltaba un poco. Sin embargo, al llegar a casa, sintió la vergüenza en sus pies hasta subir a sus orejas y quedarse con esas imágenes tan bochornosas que sabía que no le traería buenos resultados.

Y es que, por el amor de todo, se había caído y él tuvo que sujetarla para evitarlo. Con su brazo izquierdo, el lesionado.

No quiso ni imaginarse como se sintió ese deportista, que aunque sonreía y se mostraba simpático en todo momento, sabía que esa situación había sido bastante incómoda para ambos.

Cerró sus ojos con fuerza, haciendo una mueca. Adiós a su oportunidad de tener un buen trabajo y un buen salario.

—Vamos, amiga, solo ten paciencia. Te llamarán. —la pecosa intentó animarla.

—Ya pasó una semana desde aquel entonces, Amber. Una semana y tres días.

—¿En serio contaste los días?

—No me juzgues, estoy desesperada. —la calló.

—Si quieres puedo llamar a mi padre para que te ayude. Él podría-...

—No, no y no. —la interrumpió sin dudar,— No metas a tu padre en ésto. Ya fue suficiente con que quisieras cederme este puesto con tu recomendación. No quiero ni voy a abusar de tí.

physiotherapist ; ken sato Donde viven las historias. Descúbrelo ahora