❪ 13. on knees ❫ +18

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CAPÍTULO TRECEde rodillas──── ◉ ────

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CAPÍTULO TRECE
de rodillas
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                 Para cuándo Winter abrió sus ojos, el dolor en su pelvis era tanto que lo confundió con unos claros cólicos menstruales.

Era una sensación extraña, pero al menos era soportable.

Parpadeó algo adormilada mientras sentía el frío de las sábanas al estirar sus extremidades, notando la ausencia de cierto asiático que la hizo ver aquel lado vacío de la cama.

Se sentó, y tan pronto como lo hizo, no pudo evitar poner una mueca incómoda por la extraña sensación entre sus piernas, como si algo se hubiese roto o estirado mucho.

«Ésto de la primera vez es una mierda»

Pero no tanto por lo que sintió durante el momento, porque si de esos se hablaba la verdad era que estaba cegada por el doloroso placer que en vez de quejarse, silenciosamente pedía por más. El problema venía cuando todo acabó y bajó de esa nubecita de sensaciones descontroladas, donde recayó en lo que había sucedido y en el dolor (que ya no era placentero) en todo su cuerpo, sobre todo en las piernas y el vientre.

Y eso que según él, había sido delicado.

Bostezó y miró a su lado al gran ventanal que revelaba el punto de la luna en lo más alto, con unas leves estrellas que adornaban el cielo oscuro a la lejanía. Cayendo en cuenta de lo que había sucedido, miró el reloj digital que estaba en la mesita y se tranquilizó cuando notó que solo eran las cuatro de la mañana.

Luego, unas lucecitas frente a ella llamaron su atención, dándose cuenta de que la pantalla del televisor estaba encendida con algunos muñequitos de acción peleando.

Luego lo vió a él.

Y por inercia, ella se levantó con cuidado, sujetándose de la sábana gris para cubrir su cuerpo. Pero no como si tuviese una toalla rodeándola, sino como si tuviese mucho frío y se cubriera entera, dejando solo un orificio abierto que es donde salía su cabeza.

Sus piernas se sentían algo frágiles mientras caminaba a pasos silenciosos hasta el sofá acolchado, pero supuso que era algo normal. Sintió la sábana arrastrarse a medida que avanzaba y cuando finalmente se detuvo, solo se le quedó viendo a la televisión entretenida por el videojuego que Kenji jugaba.

El asiático no usaba más que unos pantalones de pijama flojos oscuros que revelaban sutilmente el borde de su ropa interior. Mantenía sus codos apoyados sobre sus piernas mientras sus dedos se movían con agilidad sobre el control y escuchaba los sonidos de pelea a través de sus audífonos. Sin embargo, eso no quiso decir que no estuvo atento a la llegada de la albina.

Logró un K.O. y tan pronto pasaron las imágenes de relleno, se dejó caer por completo y le hizo una seña a la chica para que se acercara, sin verla.

physiotherapist ; ken sato Donde viven las historias. Descúbrelo ahora