❪ 17. private and improper treatment ❫

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CAPÍTULO DIECISIETEtratamiento privado e "impropio"──── ◉ ────

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CAPÍTULO DIECISIETE
tratamiento privado e "impropio"
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          —Buen día, Choi.

—Buen día... —bostezó sin poder evitarlo, cubriéndose la boca mientras le hacía un asentimiento de despedida a uno de los miembros de staff.

Estaba cansadísima, y siempre que pasaba la noche en el hospital con su hermano, era el mismo resultado. Aún así, sabía que con tal de pasar tiempo con ese pequeño valdría la pena cada seguro. Aunque éste acabara durmiendo toda la santa noche, podría desvelarse una y mil veces más para estar con él.

—¡Hola, Doc!

—¡Mierda! —pegó un saltito como los gatos cuando Nick la sorprendió por detrás, dejando caer su vasito con café al suelo.

«Ah, mis cinco dólares se fueron al caño...»

—Oh, Dios mío. —el pelinegro se cubrió la boca con vergüenza y se apresuró a levantar el vaso, aunque ya estaba más vacío que lleno,— Aún queda un poco.

—No, pues, gracias. —lo recibió, pero caminó hasta tirarlo a la basura.

—Prometo comprarle otro. —le sonrió con mucha pena.

—Deberías comprarte un cascabel. Siempre que llegas, lo haces tan silencioso que me altero con facilidad. Pareces un gato. —comenzó a caminar con el muchacho siguiéndola a su lado, que sonreía como niño por el regaño de la albina.

—Doc, ahora que la veo, me gustaría disculparme por lo de ayer. —inició el tema con algo dudas. Se sentía avergonzado a pesar de no haber sido el causante del problema.

—No tienes por qué.

—Si, pero aún así, siento que debería hacerlo. Después de todo, creo que nadie más del equipo se disculpó con usted por creer en eso, ni siquiera ese animal de Leon que fue el primer alterado.

—Ya no importa. —suspiró ella, entrando al área de casilleros mientras saludaba a unos cuantos compañeros que también estaban ahí, dándose cuenta que incluso así Nick no dejaba de seguirla,— En serio, tonto, estoy bien. Lo bueno es que la situación se solucionó, o al menos para mí. Y en cuanto a Leon, bueno, ya sabes que él tiene una personalidad un poquito delicada.

Llegó a su locker y dejó su bolso dentro para estirarse un poco, comenzando a buscar su chaqueta del equipo y acomodar sus cosas en su maletín de trabajo, con la voz de Nicolás de fondo como buen parlanchín que era.

Hasta que de pronto oyó un chillido que la hizo respingar, viéndolo con los ojos abiertos porque pensó que quizás había visto a algún bicho o un animalito diminuto.

Pero él estaba viendo otra cosa. Le estaba viendo el cuello.

—¡Doc, creo que le dió sarna! —exclamó con total horror, señalándola.

physiotherapist ; ken sato Donde viven las historias. Descúbrelo ahora