❪ 08. hold on, leo ❫

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CAPITULO OCHOaguanta, leo──── ◉ ────

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CAPITULO OCHO
aguanta, leo
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           ¿Cuantos segundos habían pasado desde que la muchacha le había hecho esa pregunta?

¿Cuatro? ¿Cinco?

Bueno, para Winter fueron como un millón.

Pero respingó cuando la muchacha se soltó del agarre de Sato y caminó hacia ella, cruzándose de brazos.

—Te hice una pregunta. —repitió con dureza.

La albina ladeó con ligera incomodidad su cabeza porque, ¿en serio no se acordaba de ella?

—Yo-...

—Saki, basta. —sin embargo, fue Ken quien la interrumpió bruscamente tomándola del hombro,— Ya he tenido suficiente contigo.

Y para ser una simple asistente, la pelinegra se giró hacia el deportista y bufó con una sonrisa falsa.

—Claro, últimamente me dices lo mismo. —le reclamó.

—¿Y por qué crees que lo hago? ¿Por gusto? Tú más que nadie debería de saber que odio repetir las cosas. —le habló con voz firme, llegando a sonar un poco ronca por el destellito de molestia que intentaba cubrir.

—Yo... t-tal vez sea mejor que los deje solos. —balbuceó Winter totalmente tensa por estar en el medio de una discusión.

—No. —pero Kenji la detuvo, mirando a la pelinegra que estaba a su lado con dureza,— Tú. Fuera de aquí.

—¿Disculpa? —abrió la boca con indignación,— Estábamos en medio de un-...

—No hay lugar para cosas que no sean estrictamente laborales durante mis entrenamientos. Tú más que nadie debería saberlo bien. —la interrumpió de inmediato,— No te necesito aquí, así quiero que te vayas ahora que estoy siendo amable.

Y por supuesto que ella quiso refutar, pero al abrir su boca las palabras no salieron. Miró a la albina y luego a Sato con una visible irritación, pero se mantuvo con la frente en alto incluso cuando recogió un pequeño bolso que estaba en el suelo y se fue dando un portazo.

Winter tuvo que hacer equilibrio porque la pelinegra había chocado con su hombro y casi le hizo soltar sus carpetas.

—¿Te ayudo? —Ken lo notó y se ofreció, pero se detuvo cuando la ojiazul negó con frenesí y le pasó por un lado sin dirigirle la mirada,— Que grosera.

Al descargar las carpetas en una superficie solida, sintió el alivio en sus brazos pero intentó no demostrarlo. También intentó no poner alguna expresión cuando se giró a Sato y éste la vio de arriba a abajo.

—Buenos días. —dijo, porque primero que todo era la educación,— ¿Que hace usted aquí tan temprano, señor Sato?

—Guao, justo al grano, ¿no? —rió.

physiotherapist ; ken sato Donde viven las historias. Descúbrelo ahora