Capítulo 3

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Pov Calle.

No era necesario que María José me demostrara nada. Bastaba con que me susurrara con esa voz pecaminosa para que la deseara mucho más de lo que había deseado nunca a Ben.

Siempre había tenido la fantasía de ser compartida por Ben con un desconocido. Y sin embargo allí estaba yo, jadeando sólo de pensar en el ardiente placer que María José prometía.

A pesar de las dudas que me asaltaron sobre su inclinación por la dominación, la deseaba. La deseaba mucho.

-No te detengas -susurré, arqueando las caderas.

María José vaciló, luego se estiró para cerrar la puerta del cuarto de baño y bloquear el sonido de los suaves ronquidos de Ben. Cuando se arrodilló de nuevo sobre el colchón, gravitando sobre mí, sentí su mirada en la oscuridad.

-Te follaré yo sola esta noche.

-Lo sé.

-Muchas veces -prometió.

Contuve la respiración. El deseo reflejándose en mi cara, me acarició un pecho, cuando me rozó la cintura, antes de acomodarse de nuevo entre mis muslos, muy cerca de mi sexo. Entonces se quedó quieta. Y me ofrecí a ella, arqueando las caderas, dolorida de deseo.

Parecía que María José sabía exactamente cómo volverme loca.

-Dime lo que te gusta. -Su ronco murmullo me erizó la piel.

-¿Quieres que te cuente lo que me gusta en la cama? -No dudaba de que ella fuera capaz de proporcionármelo.

-En la cama y fuera de ella. Quiero que te abras completamente a mí.

-¿Sexualmente?

-En todos los aspectos. -Su mirada era solemne, alarmantemente directa.

Me dio un vuelco el corazón, me mordisqueé el labio y observé con atención la expresión en la cara de María José.

-¿Qué es lo que quieres exactamente?

-Todo lo que estés dispuesta a darme. -Esbozó una sonrisa torcida-. Y probablemente más.

Esas palabras murmuradas ondearon ante mí como una bandera roja.

¿Qué quería ella además de una noche de pasión?

No era posible que aspirara a nada más que una noche de placer. Hasta ese momento habíamos estado en inusual sincronía.

Quizá parecer posesiva era su manera de seducirme. Quizá pensaba que eso era lo que me gustaba.

«Sea lo que sea...»

-No puedo prometerte que estaré de acuerdo en todo, pero si haces algo que no me guste te lo diré.

-Vale. -Me clavó los dedos en los muslos para separarlos más y se inclinó sobre mí. Su boca quedó más cerca de aquel dolor que necesitaba desesperadamente que aliviara-. Calle, voy a llevarte al límite.

-¿Te refieres a cosas como encender la luz de la mesilla? - Fruncí el ceño. ¿Me desearía todavía si viera mis rotundas curvas?

-Para empezar.

Hice una pausa antes de hablar.

-María José...

-Confía en mí, cielo.

La manera en la que me llamó «cielo» me hizo estremecer. Por lo general, odiaba ese tipo de calificativos, pero la manera en que ella lo dijo... humm.

Entonces las demás palabras penetraron en mi cerebro embotado por la lujuria. Que confiara en ella... ¿en qué? ¿Estaba tratando de decirme que a ella le iba algún tipo de rollo extraño? Había participado antes en tríos, ¿qué más encontraría en su repertorio?

Pero Tú! Donde viven las historias. Descúbrelo ahora