Capítulo 6

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Pov: Narrador omnisciente.

En el instante en que se hundió en el asiento, Calle se abrochó el cinturón y cerró los ojos. Ben hizo lo mismo en el asiento de la ventanilla, a su izquierda, y comenzó a roncar casi de inmediato.

Hallie y Chloe iban dos filas más atrás y parecían tan hechas polvo como ella, pero la sonrisa en la cara de Hallie decía que había tenido suerte la noche anterior. Sin embargo, Calle no preguntó nada. No quería tener que responder a sus preguntas.

«¿Qué sucedió en Las Vegas...?»

Sí, debería haberse quedado allí, pero María José le había demostrado a lo largo de la noche que sabía darle a la palabra «intenso» un nuevo significado. Si tenía interés, la encontraría.

Empujó ese pensamiento al fondo de su mente
e intentó dormir, pero no pudo. No podía expulsar a la morena de su cerebro.

Mientras se perdía entre los difusos recuerdos de la noche previa, algo le rondaba en la cabeza una y otra vez; era como si se estuviera olvidando de algo importante. Pero le resultaba elusivo como el humo. Sólo podía fijarse en imágenes sin sentido; una oficina del gobierno con funcionarios aburridos, flashes, extraños riéndose, un jardín iluminado por la luna. Recordaba en cambio con lucidez a María José presionándola contra la pared del ascensor y besándola con avidez camino de la habitación. Había dicho que era «suya», subrayando la palabra como si fuera tan solemne como una promesa.

Calle abrió los ojos y se encontró con la auxiliar de vuelo parada al lado de su asiento con un carrito de bebidas.

—¿Quiere beber algo, señora?

—Un café con leche y azúcar.

La rubia, que aparentaba poco más de cuarenta años, hizo un gesto con la cabeza mientras preparaba el pedido.

—¿Y qué quiere su marido?

Calle frunció el ceño. ¿Por qué demonios pensaba esa mujer que...? Entonces sintió que
la mano de Ben, grande y cálida como él, entrelazada con la suya.

—No quiere nada —murmuró en voz baja para que la azafata no lo despertara.

La mujer se alejó con una sonrisa educada.
Unos minutos después, Ben se movió a su lado.

—Maldita sea, ¿me he perdido el café?

—Puedes tomarte el mío. —Le ofreció la taza con la mano libre.

—Oh, muchas gracias. Te conseguiré otro cuando lleguemos a Miami—Le apretó la mano cariñosamente.

La incomodidad la hizo estremecer. Jamás le había importado que Ben la tocara, ¿por qué ahora sí? Todavía lo consideraba un amigo —de hecho, había ayudado a Juli a organizar una gran fiesta de cumpleaños—, pero ahora no le apetecía mantener relaciones sexuales con él. De hecho, ni se le pasaba tal cosa por la cabeza.

Ben era un buen amante, pero no estaba enamorada de él.

Durante mucho tiempo, Calle había considerado eso como una bendición, pues esperaba que la relación que había visto entre Mike y su madre a lo largo de la última década le hubiera formado una costra que la mantuviera alejada de las relaciones demasiado profundas.

Pero durante unas breves horas, María José había vuelto del revés todas sus creencias. Sólo podía pensar en perderse con la morena entre las sábanas otra vez... Incluso no le importaría que la atara.

Aquello la excitó al instante. «Santo Dios»,
¿cómo era posible que en una sola noche hubiera conseguido que su cuerpo respondiera a ella tan completamente?

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