Capítulo 20

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Aquí está el último capítulo del maratón. Está un poco largo, por eso se tardó un poquito, pero aquí está. Nos leemos pronto, pronto.

Pd: solo faltan como de cinco a seis capítulos más para que finalice la historia 🥲

5/5

María José garzón.

Situé el resbaladizo glande ante la estrecha y anegada entrada de Calle y comencé a introducir el miembro poco a poco. Cada célula de mi cuerpo me instaba a tomarla con rápida dureza, pero me contuve, determinada a que el clímax fuera más intenso que nunca. Sin embargo, notar la presión de su funda hinchada alrededor del pene me hizo apretar los dientes. El deseo me transformó la sangre en lava ardiente. Santo Dios, penetrar a Calle siempre era una experiencia extraordinaria. Me cautivaba como nada antes lo había hecho. Me perdía en su sedoso y estrecho canal hasta el punto de quedarme sin respiración. Esta cercanía que compartimos era... Había practicado sexo con muchas mujeres pero jamás me había entregado de esta manera. A partir de ahora, no disfrutaría de ninguna otra.

—Poché... —Calle gimió, suplicando; indagando.

Escuchar mi apodo en sus labios era lo único que necesitaba para correrme. Era lo que quería oír todos los días durante el resto de mi vida. Quería unirme a ella de tal manera, formar algo tan indisoluble, que ella no pudiera volver a pensar en dejarme.

—Sí —gruñí—. Bebé, ah... —Me enterré en ella por completo y dejé caer la cabeza hacia atrás, gimiendo—. Joder, eres asombrosa.

Calle respiraba entrecortadamente.

—Ahh... Sé que no debería gustarme la manera en que me impones estas sensaciones.

«Tonterías

—No puede haber nada mejor que estar profundamente sumergida en tu cuerpo.

—Sí —sollozó.

Decidida a llevarla hasta el límite, me retiré casi por completo y me hundí hasta el fondo. Fue como bañarme en miel, era una sensación lenta y dulce; su pasaje ciñéndome por completo. Pensé que me volvería loca.

Me clavé en ella hasta que choqué con su cérvix. Calle arañó de nuevo la mesa acolchada y bajó la cabeza, mostrando inconscientemente su sumisión. La imagen casi me hizo perder el control. Puede que mi esposa no quisiera admitir su naturaleza, pero la sentía, las  alboreaba, la olía. La misma naturaleza que distorsionaba sus respuestas. Ella jamás sería realmente feliz con alguien que no pudiera ofrecerle la dominación que ansiaba con tanta intensidad. Y tenía intención de mantenerla muy contenta.

Dios, estaba tan mojada y apretada... El palpitar de sus músculos internos me cautivaba y estaba cerca de alcanzar el orgasmo. Apreté los dientes; tenía los pulmones a punto de explotar, la piel ardiendo... pero logré contenerme.

—No debería entregarme a ti de esta manera —jadeó ella.

«Más tonterías

—Me muero por complacerte, cielo.

Le demostré mis últimas palabras recostándome sobre la piel húmeda de su espalda, apretándole el clítoris con la mano y embistiendo en su vagina.

Calle se arqueó y gritó.

—¡Poché!

—¿Quieres correrte ahora?

—Sí... ¡Sí!

—¿Hablarás conmigo antes de tomar cualquier decisión sobre nosotras?

—Lo haré —sollozó—. Por favor...

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