Capítulo 18

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Daniela Calle

Una presencia tangible me arrancó de mi profundo y confuso sueño.

¿Habría vuelto el médico?

Abro los ojos y me encuentro en el regazo de Ben; frunzo el ceño. ¿Cómo llegué aquí? Niego con la cabeza y me levanto con las piernas temblorosas. Me giro... y me quedo sin respiración.

Justo a mi lado está una sombra intimidante.
Mi corazón comienza a latir desbocado, me quedo boquiabierta, la adrenalina inundándome la sangre. Entonces la reconozco.

—¡Poché! —Mi primer impulso es lanzarme a sus brazos pero, de repente, noto la tensión en sus hombros y la frialdad en sus ojos, que ella desplaza hasta la figura de Ben antes de volver
a mirarme con la letal agudeza de un cuchillo.

Noto una opresión en el vientre.

Miro a la vez a Ben, que se remueve inquieto en la silla, antes de volverme hacia Poché.

—No es lo que parece... Estaba exhausta. Supongo que nos quedamos dormidos. No recuerdo qué pasó. Pero nada...

—Aquí no. —Su voz restalla como un látigo—. El médico dice que dará el alta a tu madre esta tarde. Entonces la llevaremos a casa y la instalaremos allí. ¿Cuánto tiempo hace que no te duchas o comes algo decente?

Me trago la desilusión. Se mejor que nadie que
a ella le importa que estuviera durmiendo el regazo de Ben. Está demasiado furiosa para que no sea así, pero está reservándose para otro momento. Puede que Ben haya estado conforme en compartirme con Poché, pero ni se me ocurre pensar que Poché estuviera dispuesta a hacer lo mismo.

La advertencia de Hans sobre el castigo inunda mi mente.

¿Tengo que añadir haberme quedado dormida en el regazo de Ben a mi lista de pecados? ¿Me obligaría a desnudarme, a arrodillarme y a aceptar un montón de ardientes golpes en las nalgas? ¿Qué mujer independiente y digna de respeto querría eso? De acuerdo, los azotes que me dio en casa de Juanjo habían sido... agradables, pero ¿quería de verdad que ella me zurrara? De eso nada. De ninguna manera.

Y aún así, pensarlo me detenía el corazón y hace que mi sexo se empape.

Santo Dios, esta relación es confusa y destructiva. Me había quedado dormida mientras intentaba decidir si debía firmar o no los documentos del divorcio y todavía no se qué hacer. La manera en que Poché me toca, la forma en que me dijo que me ama... Deseo que todo eso sea cierto, a pesar de lo mucho que me aterra.

—Calle, ¿cuándo fue la última vez que te duchaste y comiste?

El talante con que repitió la pregunta me puso nerviosa. Toda la calidez, la pasión, el fuego que me había mostrado anteriormente, se habían convertido en furia. Una extraña vergüenza me atravesó.

Lo que había hecho le desagradó y, por alguna extraña razón, me molestó provocar esa reacción en ella. Mucho.

Saberlo no me gustó nada.

—Hola a ti también. —Pongo las manos en las caderas—. Me alegra ver que todavía estás de una pieza. Gracias por contármelo todo sobre tu viaje. A pesar de que no preguntes, aquí las cosas se han puesto feas, pero me las he arreglado perfectamente.

Ella apretó los dientes y suavizó el tono de voz.

—Ya sé lo que ha ocurrido. Tu madre se ha puesto enferma. Nick me puso al tanto de la situación en cuanto llegué y me alegra que esté recuperándose. Ahora me preocupas más tú. Contesta a mi pregunta, Calle, ¿cuándo?

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