Capítulo 15

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María José Garzón

—¿Calle? — me acerco a su cuerpo en el interior del auto para acariciarle el hombro. Ella se aparta y se pone a mirar por la ventanilla.

Retiro la mano y cierro los dedos en torno al volante mientras conduzco en dirección este, hacia el sol naciente. Lo último que deseaba era interrumpir mi permiso y esta espontánea luna de miel. No quiero incorporarme a mi unidad, en especial después de la increíble rendición de Calle.

Me ha revelado muchos detalles importantes sobre su familia y sé que cuando me vaya, va a sentirse abandonada.

Barnes, yo y los otros dos componentes de la unidad de SEALs llevamos cuatro años tras la pista del traficante de armas venezolano Víctor Sotillo y su banda. Cabe la posibilidad de que el hermano del traficante, Adán, hubiera reorganizado el grupo tras la muerte de Víctor e intentara recuperar el contacto con sus clientes iraníes en las próximas veinticuatro horas. Si es así tenemos que hacer lo imposible para impedirlo, y a ser posible para siempre.

Le había prometido a Barnes que, después de llevar a mi esposa a Miami, tomaré un avión y estaré en la base en Virginia Beach al mediodía. Sin duda me encontraré fuera del país al anochecer.

A mi lado, Calle parece dolida y conmocionada. Todos mis planes para hacerla sentir segura y saciada, para conseguir que se enamore de mí se han ido al garete con una simple llamada.

¡Joder!

Mi tiempo para ganarme a Calle se ha reducido considerablemente ahora que tengo que marcharme inesperadamente a un maldito agujero en la selva. Casi escuchaba un puñetero «tic-tac» en la cabeza. Lo peor del asunto es que le he confesado mis sentimientos antes de que estuviera preparada para escucharlos. Y esta mañana, las barreras de Calle volvieron a ocupar su lugar. Sé que puedo excitar su cuerpo, pero comienzo a preguntarme si también podré conquistar su mente. El apretado nudo que noto en las entrañas me advierte que esa es una misión que quizá no sea capaz de completar.

El padrastro de Calle ha dejado una huella muy profunda en su psique. La cuestión es que, si ahora tengo que interrumpir mi estrategia para marcharme a otro continente a combatir a los traficantes de armas, cuando regrese ¿sería suficiente el poco tiempo que me queda de permiso para conseguir que ella se enamore de mí?

Aunque parece imposible, me niego a darme por vencida.

—¿Qué te pasa, cielo? —Estiro el brazo para cogerle la mano.

—¿Adonde me llevas? —se pone tensa e intenta soltarse, per no se lo permito.

—Vamos de vuelta a Miami. Espero estar de vuelta en un par de días, tres a lo sumo. Mientras estoy fuera te protegerán mis amigos, sé que ellos harán todo lo posible para conseguirlo.

Ella me mira con el ceño fruncido.

—¿Vas a dejarme en la puerta de uno de tus colegas para que me cuide como si fuera una cría? De eso nada. Llamaré a alguno de los policías que conozco.

—Ya hemos discutido ese tema. Han matado a tu agresor mientras estaba detenido, no sabemos si podemos confiar en la policía. Por lo general sólo me gusta mandar en la cama, pero en lo que se refiere a tu seguridad no pienso dejar nada al azar. Mientras te duchabas hice algunas llamadas. Te quedarás un par de días con Nick. —eso es lo que más me cabreaba de todo, pero no puedo hacer otra cosa.

—¿Con Nick? ¿El idiota que me llamó «nena»?

Apreté el volante deseando que fuera el cuello de Nick.

—Sí, ése. Trabajó en la policía y ha realizado algunos encargos como guardaespaldas. Te protegerá bien. Preferiría que se encargara Liam, pero Laura se puso en labor parto esta madrugada.

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