Capítulo 8

532 47 2
                                    


2/3

Pov: Narrador omnisciente

Sin duda, María José parecía tan tranquila como un lago en un día sin viento. Ejercitó todo su control mental para no tirarse del automóvil en movimiento, y no imaginar que, en esos momentos, Calle podría estar muerta. Pero por dentro apenas podía aguantar la inquietud, y no saber lo que había pasado le corroía de una manera implacable.

Era un misterio cómo la castaña se había convertido en algo tan importante para ella en una sola noche. Sus miradas se encontraron. Bailaron y se besaron, y entonces, ¡plaf!, había ocurrido. Cayó totalmente hechizada. Puede que todavía no amara a Calle; puede... Pero si no era así, su instinto le decía que estaba a punto de hacerlo. Si ésta sobrevivía.

Contuvo una maldición y agarró el teléfono en la palma de la mano, dispuesta a encenderlo en el mismo instante en que el auto se acercaba más a su destino.

En cuanto el dispositivo volvió a la vida, vio el mensaje de texto de Liam. Habían encontrado a Calle en su oficina. Estaba sana y salva. El atacante había sido detenido. La policía se había hecho cargo de todo. «¡Gracias a Dios!» Un enorme alivio se adueñó de su cuerpo y se relajó en el asiento.

Quería llegar cuánto antes pero el tráfico en la ciudad era un asco. Intentó relajarse lo que quedaba de camino; dividida entre la necesidad de abrazarla cuando la viera y el deseo de matar al bastardo que le había disparado.

Alguien había intentado matar a su mujer. Seguramente la razón no era otra que el que la castaña hubiera cumplido con su trabajo y denunciado a un criminal que había pasado por alto los permisos penitenciarios. Pero aquel canalla se había fijado en la mujer de la persona equivocada. Si el bastardo intentaba volver a tocar un solo pelo de Calle, no se molestaría en acudir a la policía y demostraría a aquel gilipollas que ella había aprendido a matar de muchas maneras. Y todas ellas muy dolorosas.
Minutos de trayecto el Uber llegaba al sitio.

«¡Por fin!»

Aquel viaje le había parecido una eternidad.
El taxi se detuvo ante un bloque de oficinas delante del cual había un montón de vehículos de la policía, un par de ellos de incógnito, y una ambulancia. María José pagó al Uber y salió del auto una velocidad sin precedentes.

—Lo siento, señorita, pero no puede pasar —la detuvo un oficial uniformado en el perímetro del edificio—. Se trata de una investigación policial. Tendrá que esperar aquí.

—Alguien ha intentado matar a mi mujer. Me gustaría ir con ella.

El joven policía frunció el ceño.

—Conozco a Calle. No está casada.

—Nos casamos anoche y no pienso perder más tiempo discutiendo.

María José se coló por debajo de la cinta y, con la mochila a la espalda, corrió hacia el edificio en busca de su esposa.

«Por fin.»

La encontró sentada en una silla con la cabeza entre las piernas, parecía que estaba mareada.
La luz del sol del atardecer arrancaba brillos rojizos de su pelo castaño. Vio como Nick se arrodillaba a su lado y le ofrecía una botella de agua. Un detective estaba interrogándola. La escena al completo hacía aflorar todos sus instintos protectores.

Se abrió paso a empellones hasta la castaña, le puso las manos en los hombros y la estrechó contra su cuerpo. Calle le el rostro y ella contuvo una maldición. Tenía mala cara, estaba pálida y agotada, su boca se había convertido en una línea sombría. Su mirada decía que había estado sometida a demasiada tensión durante las últimas veinticuatro horas.

Pero Tú! Donde viven las historias. Descúbrelo ahora