𝐂𝐚𝐩𝐢𝐭𝐮𝐥𝐨 𝐋𝐗𝐈 ° 𝐋𝐚 𝐡𝐨𝐫𝐜𝐚 °

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La madre de la reina había sido encarcelada

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La madre de la reina había sido encarcelada. . .

Eran los murmullos que se esparcian por todo el palacio, entre los nobles, siervos, y finalmente a oídos de la heredera de Ramsés. La noticia le había caído cómo un valde de agua fría a la princesa, su abuela encarcelada, cuál era el crimen que había cometido para terminar así. . .

Las lágrimas empezaban a llenar sus ojos hasta correr por su rostro, de inmediato había salido de sus aposentos para dirigirse a la sala del trono, debía hablar con su padre, preguntar el porque había hecho tal acción con Yunet.

Ariadna sólo pudo presenciar una triste escena, Nefertari en los brazos de su abuelo, nunca la había visto llorar era la primera vez. . .

Madre.....- sollozo fragilmente, de inmediato se había unido con su madre en un abrazo, sus lágrimas no paraban de salir.

- Gracias a los dioses que estás aquí pequeña - habló aliviado el sumó Sacerdote.

- ¿Abuelito que pasó? Por qué mi padre ha condenado a la abuela Yunet - dijo frágil sin poder aún creer la noticia.

- Lastimosamente mi madre se condenó sola,hija mía - agregó la reina. Sus palabras habían causado confusión en su primogénita.

- Yunet es la responsable de la muerte de tu difunto abuelo el rey Seti - ahora habló Paser, los ojos de la princesa se abrieron cómo canicas ante tal confesión, su corazón se hacía añicos.

- Lamentó tanto que tengas que enterarte de esta manera hija - un gran suspiró emanó de la reina.

Ni una palabra salía de los dulces labios de la futura reina, después de todos los momentos que había pasado al lado de Yunet le dolía saber que su ambición había resultado ser más grande que su amor de abuela.

Yo ya empezaba a quererla más - lágrimas, tristeza la volvían a invadir.

- Yunet ahora no podrá molestarnos más, tendrá lo que se merece - las palabras serias del Faraón los retumbó, pero quedó débil ante el frágil rostro de su hija. Lágrimas recorrían el rostro de su heredera, le dolía verla así, por dentro Ramsés maldecía de todas las maneras posibles a Yunet - esa mujer no merece que llores por ella mi amada hija - le sonrió para después limpiar sus lágrimas.

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