XVI. LO RECORDE TODO

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- Buenas sus pizzas- dijo el repartidor sin mirarme. – Hola Leila, cuanto tiempo sin verte no sabía que estabas por aquí. – dijo seguido al levantar la cabeza y verme y yo me quede paralizada, porque mi mente volvió a recordar todo lo que me hizo en un pasado.

- A A Alex. - le hable yo entrecortada sin creerme que le había vuelto a ver, porque era la última persona que esperaba ver.

- ¿Qué pasa Leila?, ¿no te alegras de verme de nuevo? – me dijo con una sonrisa pilla.

- ¿Q qu que haces aquí? – le dije de nuevo, sin asimilarlo todavía.

- Vivo en Barcelona desde hace tres años. – me contesto con una sonrisa. – y tú Leilita ¿Qué haces aquí? – me pregunto, pero yo desconecte cuando me llamo "Leilita" ese apodo que me puso cuando le conocí con 9 años y que hasta el último día desde nuestra relación me lo estuvo llamando, pero ahora ese apodo ya no le sentía igual, porque para mí él estaba muerto y enterrado en mi vida, y tan solo con escucharlo me puse a temblar porque mi mente ya se estaba imaginando lo peor.

- ¿Leila pasa algo? – me hablo Héctor viniendo hacia mí.

- No, no. – le conteste nerviosa a mi hermano.

- Tome sus pizzas, espero que las disfrute. – le dijo Alex a Héctor cuando mi hermano le pago y seguido cerró la puerta.

Yo seguía sin creerme que había vuelto a ver a la persona que más odiaba desde que lo dejamos, pero también era la persona que más había querido. Me quede en la puerta intentado asimilarlo y temblando, hasta que paso Lucía por mi lado yendo hacia la cocina y me miro.

- Leila, ¿qué te pasa?, estas pálida. - me dijo, pero yo no podía responderla porque mi mente no paraba de repetir todo mi pasado con el otra vez. – Leila, ¿estás bien?, ¿qué te pasa? – me seguía preguntando Lucía, pero yo no era capaz de contestarla. – Oye. – me volvió a decir chasqueando los dedos haciendo que saliera del trance y la mirara.

- Era él Lucía, era él. – la dije no se ni como, porque cada vez estaba temblando mas.

- ¿Quién es él? Leila. - dijo. - ¿Alex?

- Si. – la respondí con los ojos aguados a punto de llorar y seguido ella me abrazo, porque Lucía había vivido conmigo todo el daño que él me hizo.

- Ven, vamos a la cocina y te tranquilizas.

- Lucía, tengo miedo, no quiero volver a vivir todo aquello, me da miedo.

- No te preocupes Leila, estoy yo que no voy a dejar que te haga nada, Héctor tampoco lo va a permitir y ninguno de los chicos te lo aseguro.

- No Lucía va a venir a por mí como la última vez.

- Te juro que no te va hacer nada, no esta vez ni ninguna más. – me dijo intentando darme confianza, pero yo no podía para de pensar en lo que me hizo la última vez que nos vimos y más que nada por eso tenía más miedo.

- Lucía yo. - la dije, pero me estaba mucho costando hablar de este tema otra vez. – Yo no puedo, no puedo volver a saber nada de él.

- Leila relájate, no te va a tocar, ninguno de los chicos lo va a permitir. – me dijo tranquilizándome. – Ahora vamos al salón con estos dos que se nos van a quedar frías las pizzas. lávate la cara y vienes.

Y eso hice me fui al baño me lave la cara y me mire al espejo levantándome la camiseta, viendo y recordando la cicatriz que tenía en las costillas que el mismo me hizo la última vez que nos vimos en mi casa, no entendía nada, porque él, porque cojones tenía que ser él el que nos trajera las pizzas, ¿Por qué? Mi cabeza estaba hecha un lio, no asimilaba nada y yo cada vez tenía más miedo de que volviera a por mí y me hiciera volver a pasar todo, no me veía capaz de volverlo a sufrir, vivirlo una vez ya fue demasiado para mí como para vivirlo una segunda. Me eché agua en la nuca para despéjame, aunque sabía que de mucho no serviría, pero lo hice igual. Salí del baño y fui hasta el salón donde los tres me regalaron una sonrisa cuando llegué y me senté en el sofá. Cenamos mientras veíamos un partido de futbol del Espanyol contra el Celta ya que a los chicos les tocaría jugar contra el Espanyol en unas pocas semanas. Mientras los tres veían el partido comentándolo, riéndose de las preguntas absurdas que les hacía Lucía sobre ambos equipos, haciendo el tonto... yo seguía sumergida en mis pensamientos, los cuales cada vez eras menos visibles y entendibles por el simple hecho de que tanto darle vueltas me consumió y me termine durmiendo en el sofá.

TODO LO QUE HAGO ES POR TIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora