XXVII. ENAMORADA

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LEILA*

Estaba tirada en la cama del hotel despertándome con bastante pereza al notar la luz entrar por la ventana, cuando sentí que un brazo me agarra de la cintura y me juntaba más al suyo hasta que se apoyó en mi pecho, haciendo que mi mano instintivamente se posara en su pelo enredándolo entre él. Después de estar un rato decidí levantarme de la cama para ducharme y bajar a desayunar, pero eso era misión imposible teniendo a un sevillano que se había vuelto a dormir en mi pecho, intente como pude salir de su agarre, pero no pude, asique lo zarandee un poco para despertarlo.

- Pablo, déjame ir a la ducha. – le decía mientras le dabas pequeños golpes en el hombro. – Venga Pablo. – dije, pero solo conseguir que su agarre en mi cintura se hiciera más fuerte.

- Mhm. – dijo escondiendo su cara en mi cuello.

- Pablo, por favor. – le dije dejando un beso en su mejilla.

- No. – me respondió.

- Vamos que tenemos que bajar a desayunar.

- Baja tú, yo quiero dormir.

- No puedo bajar porque tengo a un niño tirando encima mío que no me deja moverme.

- Cinco minutos más rubia. – me dijo mirándome con cara de pena.

- No venga, que me quiero duchar.

- Porfa rubia.

- Vamos Pablo que pareces un bebe pidiéndole teta a su madre.

- Si es la tuya no me quejo. – dijo y seguido poso un beso en mi teta derecha.

- pablo, déjame ir a ducharme por favor. – le dije y como respuesta movió la cabeza de un lado a otro diciéndome que no, asique le di un beso poniéndome encima suya para zafarme de su agarre. – cuando salga de la duche te quiero despierto, o también puedes venir conmigo. – le dije sabiendo que no rechazaría mi oferta.

Se levante casi al instante de oírme decir eso, viniendo detrás mío y posicionando una de sus manos en la cintura y la otra en mis rodillas para levantarme del suelo y llevarme así hasta el baño dejando sentada sobre el lavabo, en el cual una vez sentada abrió mis piernas posicionándose en el medio para pegar mis labios a los suyos en un beso bastante intenso, haciendo que mi piel se pusiera de gallina con solo eso. Era increíble como mi cuerpo reaccionaba a un mínimo contacto suyo. Cuando nos dimos cuenta estábamos los dos bajo el agua de la ducha completamente desnudos. Pablo me dio a vuelta volviendo a posar sus labios como hace escasos minutos con la misma intensidad de antes pero ahora también era fogoso y caliente. Me cogió de la cintura para juntarnos más si era posible y dejando que mi espalda estuviera apoyada en la pared. No se separó de mis labios en varios minutos, pero luego bajo sus besos a mi cuello dejando alguna que otra marca y siguiendo el camino hacia mis pechos donde moría, chupa y juagaba con ellos a su gusto, podía correrme con que tan solo las rozara. Luego siguió bajando abriéndome de piernas y posicionándose de rodillas sobre el suelo para lamer a su gusto mi intimidad, llevándome a las estrellas. Con su mano derecha de vez en cuando pellizcaba mi pezón haciendo que me pusiera más cachonda si eso era posible y con la otra me torturaba haciendo que soltara pequeños gruñidos al no sentir sus dedos dentro de mí, pero si rozándome. Como veía que no lo iba hacer baje mi mano recorriendo mi cuerpo de una forma que sabía que a Pablo le estaba poniendo bastante introduje dos de mis dedos tocándome a mí misma, mirando al techo por la satisfacción que me estaba dando este momento, sentí como Pablo gruñía al no ser él el que me tocaba, pero se lo había buscado él solito. Cuando sentía que iba a llegar volví a sentir su lengua por mi clítoris, haciendo que me corriera más rápido. Él se encargó de sacar mis dedos y llevárselos a la boca saboreándome y subiendo a mi boca para estar vez encargarse él de mí. Me beso mucho más feroz que las dos anteriores y poniendo sus manos en mi culo apretujándolo a su antojo, y cuando le apetecía dejar algún azote que me hacia sobresaltarme pero que me estaba poniendo una barbaridad. Después de pasar varias veces mi mano por su notable empalmada y escucharle gruñir, me cogió de los muslos dejando mis piernas enrolladas en su cintura y cogiendo con su mano su intimidad y posicionándola sobre la mía, pero no introduciéndola dentro de mi cuando yo la necesitaba más que a nada en ese momento. Intente aguantar, pero me termine quejando.

TODO LO QUE HAGO ES POR TIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora