Una y otra vez la vida pasaba ante sus ojos.
No había nada para él ¿A caso nada sería tangible? Todo era un vil sueño, algo que siempre quiso ser y nunca alcanzó, algo que quería fuese suyo y no lo era. No había propósito en su vida, rosaba la irrealidad, paseando entre el gris de sus memorias. Su mente y su corazón jugaban en su contra. Poseía todo, era afortunado; Una increíble familia, una posición favorable, era amado, y en verdad agradecía todo ello. Pero ¿Qué pasaba con sus sueños? ¿Dónde se encontraba su propósito de vida si no entendía cuál era?Sonrisas amables le eran devueltas a cambio de cada una de sus respiraciones, bien o mal todos se tragaban lo que pensasen por quedar bien ante su familia, ante él. Pero sabía que a pesar de solo desear congraciarse con él, lo veían como un bueno para nada. Nunca había hecho algo que fuese digno de admirar, nunca tuvo el talento de ser un Pintor como Benedict o de manejar propiedades y dinero como Anthony, nunca tuvo una mente centrada como Francesca o sus talentos en la música. Jamas poseyó la templanza de Daphne, e incluso envidiaba el como Eloise reconocía y defendía sus aspiraciones con Vehemencia. Todos sabían a donde ir y lo que deseaban tener, excepto él.
Colin solo era el joven viajero que no tenía ataduras, el amable y encantador Caballero por el que las jóvenes desfallecían, mientras su corazón solo pertenecía a una. Cada ennegrecido día era tortuoso, cada instante era más agotador. Verla caminar junto a su esposo, ver sus ojos cálidos sobre él, ese era el glorioso propósito que le esperaba si no hubiese ignorado lo que sentía. Creyó que solo era amor fraternal, que ella solo era similar a una de sus hermanas a las que deseaba defender, pero en la mezcolanza de sus sentimientos encontró una verdad. Penelope siempre fue la alegría, el misterio, la timidez, el amarillo que iluminaba su vida.
Ahora era un pecador, se escabullía, fingía no hacer nada. Sentía que entraba en una enorme casa reluciente y que caminaba por sus pasillos con sus botas cubiertas de lodo, cuando sus ojos miraban su recorrido, el rastro de lodo lo delataba. Esa sensación de haber dañado algo que se hizo con increíble esmero pero que para su satisfacción deseaba seguir ensuciando.
La deseaba, quería que fuese suya y no había día alguno en que los trozos de su mente no lo llevasen a correr tras una Hermosa Penelope y unirla a él para siempre.
-¿Pen bailarías conmigo? -Su mano extendida ante ella, sus ojos destellantes, era como si no existiese el mundo a su alrededor. Ella separó esos firmes labios y sus ojos no perdieron detalle de cada porción de ellos-
-Sería un honor Colin -Su mano cayó sobre la de él y enseguida su brazo estaba junto al suyo, ese era su lugar, pensó él, su delicioso aroma a rosas deleitaba sus sentidos y el mezquino roce de sus dedos en la piel de su brazo provocó el desmembramiento total de su mente. Caminaron hasta la pista y sus miradas se encontraron, sus manos se deslizaron a su cintura y ella sonrió, sonrió-¿Qué has hecho últimamente Colin? No sabía que habías decidió ser un hombre ermitaño -Él inclinó su cabeza-
-Solo escribo -Los ojos de ella saltaron y el pudo ver la emoción acumulándose en sus pupilas-
-Debo decir que en verdad eres bueno Col -Él la vio desconcertado mientras la música los hacía moverse-
-¿Lo crees?
-¿Olvidas que soy escritora? -Él corazón de él se aceleró, sus mejillas se encendieron y sintió que flotaba- Podrías publicar tus diarios - Y de nuevo su voz fue el angelical sonido que lo devolvía a la realidad- Me encantaría leerlos -Él bajó su cabeza, podia sentir sus emociones centellando en su interior al tenerla en sus brazos-
-Yo, no estoy muy seguro de que alguien quiera leerlos- Ella rió-
-Colin claro que si -No podía parar de mirar su rostro, ella lo conducía a un propósito, hasta que -Louis podría ayudarte, él es un increíble editor -Su pequeña fantasía cayó, la escueta realidad iluminó sus ojos y él desaliento tomó su cuerpo-
ESTÁS LEYENDO
Sra. Young
RomanceQuien te viera, ojos piadosos y cabello del color de un atardecer, quien te tocara, con esa piel de algodón y esas pecas envidiadas. Tu dulce voz, oh esa voz de angel que estremece mis sentidos, eres perfecta y aun así mis ojos se negaron a verte. E...