CAPÍTULO 1

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Sabrina Moore

Otra vez, como tantas otras, despierto en una cama desconocida. Mi cuerpo aún está adormecido y el ambiente me resulta ajeno, pero no es la primera vez que me encuentro en esta situación. El dolor de cabeza se intensifica cuando escucho el teléfono vibrar con insistencia, lleno de notificaciones. Gabriel me está llamando otra vez.

Suelto un suspiro pesado mientras intento enfocarme, pero cada zumbido parece una advertencia. Me incorporo con torpeza, luchando contra el mareo. A mi lado, una mujer con la que compartí la noche sigue dormida, su cabello desordenado cubre su rostro. Al instante, me acuerdo de quién es.

—Voy a acabar con un tiro en la cabeza si no salgo de aquí pronto —mascullo para mí misma, mientras observo la habitación con más atención.

El teléfono sigue vibrando, cada sonido más irritante que el anterior. Me deslizo fuera de la cama, en busca de mi ropa. Encuentro mi sostén y la delicada ropa interior de seda, pero no veo el vestido que llevaba anoche.

Mierda, ¿dónde lo dejé...?

—¿Esto es lo que buscas, preciosa? —una voz grave interrumpe mis pensamientos y me congelo al instante.

Levanto la vista y ahí está, el peor de los escenarios: su esposo. Alto, con el rostro contraído en una expresión entre furia y frialdad, sostiene mi vestido arrugado entre sus manos. Me lo muestra como si fuera la prueba de un delito.

Fuerzo una sonrisa, intentando mantener la calma mientras asiento con lentitud.

—Sí, eso... —balbuceo, tratando de sonar tranquila.

Sus ojos se clavan en los míos, llenos de odio y rencor. Antes de que pueda decir algo más, lanza la prenda al suelo con un movimiento brusco.

—¡Lárgate de aquí! —gruñe con furia, su rostro enrojecido y su voz retumbando en las paredes.

—Oye, pendejo, ¿sabes cuánto cuesta ese vestido? —le suelto con un tono molesto, abrazando mis brazos desnudos para cubrirme mientras él sostiene mi bolsa de mano como si fuera un trapo sucio.

—¡Seguridad! ¡Saquen a esta zorra de mi habitación! —grita, casi escupiendo las palabras con odio mientras su rostro sudoroso se crispa en una mueca de asco.

Antes de que pueda reaccionar, dos hombres grandes como armarios irrumpen en la habitación. Sus manos me levantan sin esfuerzo y, con un empujón violento, me arrastran hacia la puerta.

—¡Suelta! ¡Déjenme en paz, cabrones! —protesto, pataleando mientras mis manos tratan de aferrarse a mis cosas. Aun así, no logro detenerlos. En segundos, me arrojan al pasillo como si fuera basura.

Caigo de rodillas, jadeando de rabia, y les lanzo una mirada asesina.

—¡Maldito malagradecido, anciano amargado! —grito, mi voz resuena con fuerza en el eco del hotel. Pero ellos solo me miran con indiferencia, cerrando la puerta tras de mí.

Rodeada por el murmullo de las personas que me observan, sus ojos me juzgan, termino de vestirme como puedo. Siento sus miradas quemándome, y los susurros no tardan en hacerse más fuertes.

—Mira a esa... qué vergüenza —alcanzo a escuchar de alguien cercano.

Alzo la barbilla, ignorando el calor que se acumula en mis mejillas, y me pongo en pie con la poca dignidad que me queda. No pienso dejar que sus miradas me aplasten. Pero cuando me doy la vuelta, las palabras siguen, cuchicheos como puñales que se clavan en mi espalda.

—Puta barata...

La rabia bulle dentro de mí, pero la contengo. Me sacudo el polvo de las rodillas y ajusto el vestido con un movimiento brusco. No les daré el gusto de verme derrotada. Los ignoro, los dejo hablar y me obligo a caminar con la cabeza alta, alejándome lo más rápido que puedo de ese maldito pasillo.

Esclava del engaño [Borrador]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora