Capítulo 18

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Sabrina Moore

 

A la mañana siguiente...

El agua caliente quema ligeramente mi piel, relajando mis músculos mientras me envuelvo en el vapor. A través del sonido de la ducha, escucho los pasos apresurados de Maximiliano fuera del baño. No puedo evitar sonreír y, con curiosidad, abro un poco la puerta divisora.

—¿Estás bien? —pregunto.

—No —responde con un toque de frustración—, no encuentro mi corbata favorita. La negra.

Me río suavemente.

—Todas tus corbatas son negras.

—Sí, pero esa en especial tiene un bordado en zigzag. Ya sabes, la diferente.

Su tono serio me hace reír aún más mientras lo imagino buscando desesperadamente entre sus cosas, como si esa corbata fuera la clave de su éxito.

—¿Por qué no usas la que sea? —pregunto, asomando la cabeza un poco más por la puerta con una sonrisa.

—No, hoy es un día especial —responde, su tono serio.

Frunzo el ceño, intrigada por su respuesta.

—¿Por Bianca? —aventuro, casi en broma.

Maximiliano se detiene un momento y me mira directamente a los ojos.

—No, por la llegada de la mujer misteriosa.

Me quedo en silencio, mi mente intentando procesar lo que acaba de decir.

—Ah, eso... —murmuro, sintiendo un ligero toque de celos.

—¡La encontré! —exclama, sosteniendo la corbata en alto.

Lo miro desde la puerta entreabierta, una sonrisa traviesa se dibuja en mis labios.

—¿Quieres que te la ponga? —le ofrezco, sabiendo muy bien lo que mi insinuación implica.

Él me observa de arriba abajo, notando mi piel aún húmeda y desnuda tras la ducha.

—Estás desnuda y mojada —dice, su voz firme pero cargada de tensión.

—¿Y? —pregunto, desafiándolo con la mirada, mientras disfruto de su incomodidad.

—No quiero que suceda lo de anoche —responde, con los ojos entrecerrados, intentando mantener el control.

Me acerco lentamente, sin apartar la vista de él, sintiendo la electricidad en el aire. Él da un paso hacia atrás, como si de alguna manera quisiera poner distancia entre nosotros, pero sé que no puede resistirse por mucho tiempo.

—¿Lo de anoche? —pregunto con una sonrisa traviesa, mientras tomo la corbata de sus manos y la deslizo entre mis dedos—. No parecía que te molestara tanto.

—No se trata de molestarme —responde, su voz un poco ronca mientras intenta mantener la compostura—. Es que... si vuelvo a perder el control, llegaré tarde. Y hoy no podemos.

—Hoy no podemos... —repito en un susurro, acercándome aún más. Puedo sentir el calor que emana de su cuerpo, y su lucha por mantenerse firme se refleja en sus ojos.

Deslizo la corbata alrededor de su cuello y comienzo a ajustarla, mis dedos se mueven despacio, casi provocadoramente.

—Tienes razón, Max. Hoy no podemos —digo, pero dejo que mi cuerpo roce el suyo mientras ato la corbata, sabiendo muy bien el efecto que tengo sobre él—. ¿Verdad?

Esclava del engaño [Borrador]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora