Capítulo 5

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Sabrina Moore


Me despierto encima de su pecho, aferrada a su calor como si fuera la única cosa que me mantuviera a salvo. Mi cabeza se alza con lentitud, mis ojos buscando a tientas los suyos. Lo encuentro mirándome con una media sonrisa, la clase de sonrisa que se siente como un resplandor en la penumbra. Me contempla con una ternura tan pura que casi duele. ¿Por qué alguien como él me sonríe así? Ni siquiera me conoce del todo, pero lo hace como si fuera la cosa más hermosa que ha visto.

Su pecho se infla con un suspiro profundo y lento. El azul de sus pupilas brilla de una manera extraña, como si me estuviera observando desde un lugar muy lejano. Pero no hay frialdad, no hay juicio. Solo una necesidad contenida. Reconozco esa mirada hambrienta. La conozco desde hace tanto tiempo, pero en él... en él es diferente. Ayer, cuando intenté besarlo, parecía otra persona. Firme, resistente. Pero hoy, estoy respirando tan cerca de sus labios que cada exhalación mía es un susurro en su boca.

¿Te vas a quedar viéndome así?

La pregunta arde en mi mente, y antes de que pueda detenerme, mi dedo se mueve, rozando con delicadeza la línea de su mandíbula. Su piel es áspera pero cálida, y el simple contacto provoca que el vello de sus brazos se erice al instante. Un estremecimiento lo recorre y su mandíbula se tensa bajo mi toque, como si se estuviera conteniendo. Me pregunto cómo sería tenerlo. ¿Un encuentro sin el dolor que tanto temo? ¿Un placer que no tenga precio? Por primera vez en mi vida, quiero comprobarlo.

—¿Por qué no me besas? —susurro, tan cerca que el roce de mis palabras contra sus labios es apenas un murmullo tentador.

Sus ojos se abren con sorpresa, la incredulidad brillando en ellos. Casi me hace reír lo fácil que es leerlo, la pureza de sus reacciones. Maximiliano parece una presa asustada atrapada bajo mi peso. Ayer se mostró tan estoico, tan centrado... pero hoy, con mi cuerpo rozando el suyo y mis dedos explorando su rostro, parece un niño perdido.

—No es correcto —Su voz es baja, pero vibra con la intensidad del deseo contenido—. Estás en una situación vulnerable y estaría abusando de mi poder. Solo estás confundida por el daño que te han hecho.

Parpadeo, desconcertada. ¿Eso cree? ¿Que estoy confundida? Siento que el calor comienza a desvanecerse, dando paso a un frío vacío que se extiende como una sombra dentro de mí. Niego con la cabeza, mis dedos temblando cuando los bajo hacia su cuello.

—No, no es cierto... Yo estoy bien, yo sé lo que quiero —susurro, la desesperación filtrándose en mis palabras.

Pero Maximiliano no se deja convencer. Sus ojos se suavizan con compasión mientras sujeta mi mano, llevándola de vuelta a mi regazo. El gesto debería parecer protector, pero solo siento rechazo.

—No, Samantha —Su tono es firme, un juicio inapelable—. Te han sexualizado tanto que sientes que debería pasar algo entre nosotros para que no te sientas en deuda. Pero no es así. No necesitas esto. No necesitas que yo haga nada. Yo no te haré daño —murmura con una dulzura que me desarma, su mano acariciando mi mejilla con un roce tan leve que me hace contener la respiración.

Sus palabras... las odio. Porque son ciertas. Porque tiene razón y no quiero que la tenga. Todo el deseo, la adrenalina que había en mí, se desvanece, dejando solo un agujero negro que me traga por completo. La culpa inunda cada fibra de mi ser, oscura y venenosa. Me siento sucia, repugnante. Como cuando los efectos de las drogas desaparecen y la realidad me golpea con la brutalidad de un puño cerrado. Estoy sola bajo el cuerpo de Gabriel, fingiendo placer mientras lo único que siento es asco y rabia. Y después... después, solo el vacío.

Mis ojos arden, y antes de que pueda detenerlo, las lágrimas comienzan a acumularse. Rápidamente, entierro mi rostro en su pecho, mis brazos aferrándose a él como si pudiera ocultar mi vergüenza. No quiero que me vea llorar. Nunca me ha gustado que me vean así, rota y vulnerable. Pero él no me aparta, no me deja sola. Su mano se desliza torpemente por mi cabello, sin saber qué hacer, pero sin detenerse.

Esclava del engaño [Borrador]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora