Capítulo 26

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Sabrina Moore


Afuera, seis camionetas blindadas nos esperan, alineadas de forma intimidante bajo la luz tenue del amanecer. Gabriel me lanza una mirada fría y, con un gesto, me indica que suba a la primera. Sin decir una palabra, abro la puerta y subo, sintiendo el cuero suave del asiento bajo mi piel herida.

Gabriel entra después de mí, cerrando la puerta de un golpe seco. El vehículo arranca al instante, y el sonido del motor inunda el silencio incómodo entre nosotros. Mis pensamientos revolotean, tratando de anticipar sus próximos movimientos mientras intento calmar mi respiración acelerada.

Gabriel me toma del rostro con una firmeza que me obliga a mirarlo, sus dedos presionan justo sobre las heridas, y el dolor se intensifica. Intento no hacer ningún gesto, pero mis labios tiemblan.

—Vas a necesitar más que hielo —dice con una sonrisa cruel, sus ojos escudriñando cada centímetro de mi rostro herido—. A ver si así se te quita lo tonta.

Aprieta un poco más antes de soltarme de repente, dejándome una sensación de ardor.

—Ya necesitabas una calentada para que vieras que no puedes sobrevivir sin mí —continúa con tono lleno de superioridad—. Pensé que te habías muerto cuando te tiraste por la ventana.

Suelta una carcajada que me hace temblar. Sus palabras me perforan, pero me obligo a no responder. Sabía que este encuentro sería difícil, pero sentir su control sobre mí otra vez revive todo lo que había tratado de olvidar.

—No eres ni la mitad de lo que fue Christopher. Deja de fingir.

—Han pasado muchas cosas en estos meses, Sab —replica con voz gélida—. Ya no soy el mismo.

—Yo te sigo viendo igual de imbécil.

La sonrisa de Gabriel se desvanece al instante, sus ojos se vuelven más oscuros. Se inclina hacia mí, invadiendo mi espacio, sin apartar la mirada.

—Tú nunca aprendes, ¿verdad? —susurra, cada palabra impregnada de veneno—. Pero no te preocupes, yo te recordaré por qué siempre terminas regresando.

Su mano baja con brutalidad por mi muslo, obligándome a abrir las piernas. Mi primer instinto es apartarme, pero sé que si lo hago, le daré exactamente lo que quiere. Así que mantengo mi mirada fija en la suya, desafiándolo, resistiendo.

—Lo único que tienes de mí es lo que te dejo tener —respondo, mi tono más frío de lo que me siento por dentro.

Suelta una risa seca, burlona, mientras su mano continúa acariciando mi piel con una familiaridad que me enferma.

—Eso ya lo veremos, sweetie. Vas a conocer cómo soy cuando no me obedecen. Y esta vez no será solo una bala en la pierna... vas a rogar por mi misericordia.

Siento que mi respiración se acelera, pero no lo dejo ver. Mis músculos se tensan, listos para resistir lo que venga. Sé que me está probando, esperando que me quiebre como antes. Pero esta vez no cederé.

—Haz lo que quieras, Gabriel. No cambiará nada —digo con firmeza, forzando a mi voz a mantenerse estable.

Él sonríe, pero hay una chispa de frustración en sus ojos. Sabe que, aunque puede lastimar mi cuerpo, ya no puede controlar mi mente como antes.

—Llegamos, señor Moore —interrumpe una voz desde el asiento del copiloto.

Gabriel aparta su mano lentamente, dándome una última mirada llena de amenaza antes de girarse hacia la ventana.

—Bájala primero —ordena sin siquiera mirarme.

Un hombre abre la puerta del vehículo y me toma del brazo, tirando de mí con brusquedad para sacarme. Mi cuerpo aún está adolorido, pero camino, forzando cada paso con la poca energía que me queda.

Esclava del engaño [Borrador]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora