Capítulo 13

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Sabrina Moore

Escucho el auto arrancar y, después, el silencio vuelve a envolver la habitación. Cierro los ojos para dormir un rato. Últimamente me da más sueño, como si mi cuerpo reclamara descanso por todo lo que he pasado. Me siento cansada y los mareos siguen siendo frecuentes, dejándome con esa sensación de vértigo que parece no tener fin. Intento relajarme, dejando que la calma del momento me arrulle, aunque sea solo por un rato.

El sueño profundo se adueña de mí, envolviéndome en su manto oscuro, y pronto las pesadillas diarias me atrapan, imágenes retorcidas que me hacen despertar con lágrimas en los ojos.

Abro los ojos de golpe al escuchar mi teléfono vibrando en la mesa de noche. Me levanto de la cama, aún sintiendo el peso de las pesadillas, y contesto la llamada. En la pantalla aparece el nombre de Bianca. Siento un nudo formarse en mi garganta, pero logro soltar un simple "Hola".

—Hola, sé lo que pasó con... —su voz se quiebra—. Lo lamento, no sabía que te había hecho daño. La policía aún no encuentra nada y nadie sabe de ti en el edificio.

Permanezco en silencio. Lo que me hizo George no era algo nuevo para mí, pero de igual manera fue doloroso. Todo se siente como la primera vez; el asco nunca se va, siempre está presente, aferrándose a cada recuerdo y pensamiento.

—Pensé que estarías molesta conmigo —digo, luego de unos segundos—. Regresaste con él porque lo amabas y yo... acabé con su vida. Lo siento.

—Después de lo que hicimos, me sentí confundida —responde, su voz temblorosa—. Nunca había estado con una mujer y traté de aferrarme a mi idea de una pareja normal.

—¿Y cómo vas con eso?

—Mal, desde que encontraron a George en la azotea me siento libre. Ni siquiera he llorado su ausencia, pero la tuya... la tuya me está asfixiando, ¿qué mierda me hiciste...?

Río con amargura, un sonido seco que resuena en la habitación.

—Te di lo que necesitabas, solo eso.

—No, joder, no —escucho cómo golpea algo para liberar su frustración, y pronto oigo sus sollozos, ahogados y desesperados—. No puedo olvidar nada, todo se reproduce en mi mente como un disco rayado. Necesito sentir tus labios una vez más, Sam.

—Solo te sientes sola, Bianca. Ya encontrarás a alguien que te ame y te respete de verdad.

—Creo... creo que me enamoré de ti —confiesa, dejando al descubierto una vulnerabilidad que jamás había mostrado.

El silencio que sigue a su confesión es tan pesado que casi puedo sentirlo aplastando mi pecho. Mi mente empieza a girar, buscando las palabras adecuadas, pero no hay ninguna que logre aliviar el peso de lo que acaba de decir.

—Bianca, no digas eso —susurro finalmente, consciente de que cualquier cosa que diga solo hará que esto sea más complicado—. Lo nuestro fue... algo que ambas necesitábamos en ese momento, pero no es amor. No puede ser.

—¿Por qué no? —pregunta entre lágrimas—. ¿Por qué no puede ser? Yo... he estado pensando en ti todos los días, cada segundo desde que desapareciste.

—Porque esto no es lo que piensas. Somos dos personas rotas, aferrándonos a lo único que nos queda. Pero eso no es amor, Bianca. Es desesperación.

—¿Y qué si lo es? —replica furiosa—. No puedo dejar de pensar en ti. Por favor, dime dónde estás. Déjame ir contigo.

—No puedo. No quiero arrastrarte más a mi mundo. Tienes la oportunidad de ser libre, de vivir una vida diferente.

—Sam, por favor... —suplica, pero cierro los ojos, incapaz de seguir escuchándola.

ESCLAVA DEL ENGAÑO [BORRADOR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora