Capítulo 17

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Sabrina Moore


La tarde pasa con tranquilidad. Después de lo que hicimos, decidió quedarse conmigo, y eso solo reafirma lo interesado que está en mí. Es como un sueño del que no quiero despertar, una fantasía donde todo parece encajar a la perfección. Su presencia a mi lado me da una sensación de seguridad que había olvidado que existía.

El ardor en mi trasero aún persiste, un recordatorio físico de la pasión que compartimos. Pero en lugar de incomodidad, lo que siento es una satisfacción profunda, casi adictiva. Cada vez que el dolor resurge, una sonrisa se forma en mis labios. Lo que compartimos es más que solo deseo; es una conexión que va más allá de las palabras, más allá de las dudas y los miedos.

Aún así, en el fondo de mi mente, las preocupaciones permanecen, latentes. Pero por ahora, las dejo a un lado, prefiero perderme en este momento, en la tranquilidad que me ofrece su compañía. Porque sé que cuando Bianca llegue, esa tranquilidad será efímera, y todo podría cambiar.

—¿Está interesante? —pregunta Max, sacándome de mis pensamientos con su voz suave.

Levanto la vista, un poco sorprendida, y me encuentro con su sonrisa, cálida y burlona.

—Sí, me gustó mucho —respondo, tratando de sonar convincente mientras le devuelvo la sonrisa.

Pero entonces, él frunce ligeramente el ceño, señalando el libro en mis manos.

—¿Y por qué lo traes al revés?

Bajo la mirada, y me doy cuenta de que, en efecto, estoy sosteniendo el libro al revés. Una risa nerviosa escapa de mis labios mientras lo giro en la dirección correcta, mis mejillas arden de vergüenza.

—Estaba tan concentrada que ni me di cuenta —digo, intentando quitarle importancia.

Maximiliano suelta una carcajada suave, divertida, mientras se inclina para besarme en la frente. La calidez de su gesto me reconforta, pero también me recuerda lo distraída que estoy, lo fácil que es perderme en mis propios pensamientos, especialmente cuando Bianca está involucrada.

—Eres adorable, ¿lo sabías? —dice con una sonrisa antes de volver su atención al televisor.

Le devuelvo la sonrisa, pero no puedo evitar que la inquietud regrese, como un murmullo persistente en el fondo de mi mente.

Recargo mi cabeza en su hombro, buscando un consuelo silencioso en su proximidad, mientras fijo la vista en la televisión. Dejo el libro sobre mis piernas cruzadas, tratando de concentrarme en lo que él está viendo. Parece absorto en un canal de jockey, su entusiasmo palpable en cada movimiento y gesto que hace. Pero mi mente sigue divagando, incapaz de dejar el tema.

De repente, el sonido de la lavadora interrumpe la paz. No puedo evitar esbozar una sonrisa irónica. Max es tan meticuloso con la limpieza que, sin pensarlo dos veces, metió a lavar su pantalón manchado de semen. Es uno de esos pequeños detalles que me recuerdan cuánto lo conozco, cuánto hemos compartido, y también cuánto me importa.

Se levanta del sofá, dejando el control remoto en mis manos.

—Ten, tienes cinco minutos para ver lo que gustes —dice, su tono ligero, pero su expresión seria.

Mientras Max desaparece en la lavandería, cambio el canal y me detengo en uno de farándula. Es un alivio encontrar algo tan trivial, algo que solía disfrutar cuando era adolescente. Subo un poco el volumen, dejando que las voces en la pantalla ahoguen las dudas que me atormentan.

La presentadora, con una sonrisa afilada, introduce el siguiente segmento, y lo que veo me deja sin aliento. Un video casero muestra a una mujer propinándole un puñetazo en la cara a su marido, que está arrodillado frente a ella. La amante está a un lado, mirando con una expresión de culpa o tal vez miedo.

Esclava del engaño [Borrador]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora