Sabrina Moore
Maximiliano descansa sobre mi cuerpo, su respiración lenta y constante acompaña el compás pausado de nuestros corazones. Cada pequeño beso que deposita en mi pecho lleva una carga de ternura que desarma cualquier inquietud que hubiera sentido antes. Mis dedos recorren su cabello, suaves, mientras me pierdo en la tranquilidad que nos rodea, como si en ese instante no existiera nada más en el mundo.
—No quiero que esto termine nunca —susurra, sus labios aún rozando mi piel con una calidez que me hace estremecer—. Pero sé que tengo que dejarte ir.
Siento su vulnerabilidad, la misma que yo intento esconder. Le acaricio el rostro, tratando de imprimir serenidad en mis palabras.
—Solo será por un tiempo —le digo en voz baja, aunque lo digo tanto para él como para convencerme a mí misma—. Volveré pronto, lo prometo.
Max me mira con resignación. Me abraza con más fuerza, como si con ese gesto quisiera aferrarse a la promesa, a la idea de que nuestro tiempo juntos no se agotará.
—¿Y después tendremos una Billie? —pregunta, con un tono esperanzado, infantil en su deseo.
Sonrío, incapaz de resistir la dulzura en su voz. Acaricio su mejilla con ternura.
—Las que tú quieras, amor —le respondo, sabiendo que para él ese sueño es una luz en el horizonte.
Suspira y se acurruca más contra mí, envolviéndome en sus brazos con una intensidad que me hace sentir segura, como si el peso del mundo no pudiera alcanzarnos aquí.
—No puedo esperar —murmura, y antes de que pueda responder, me besa de nuevo, con esa mezcla perfecta de pasión y amor, como lo ha hecho tantas veces antes.
Estamos perdidos en ese momento íntimo, como si el tiempo se hubiera detenido. Pero entonces escucho un leve ruido. La puerta se abre lentamente, y la figura de Bianca aparece en el umbral. Su expresión es tranquila, pero sus ojos reflejan algo más profundo, una preocupación que no puede ocultar.
—Sam, te están llamando —dice en un tono suave pero firme—. Parece importante.
Max se aparta de mí con cuidado, me libera de su abrazo con un suspiro resignado. Yo me incorporo, envolviéndome en la sábana mientras me acerco al teléfono que Bianca me extiende. Su mirada se cruza con la mía por un segundo, cargada de algo que no necesita palabras.
—¿Sí? ¿Quién habla? —pregunto, aún sintiendo la calidez de Max en mi piel.
—Soy Dominique. Necesito que vengas ahora mismo —la voz al otro lado es tensa, urgente.
—¿Ahora mismo? Pero... el plan es para mañana —respondo, confundida, tratando de recordar cada detalle de lo que habíamos acordado.
—Sabrina, tu maldito esposo está arruinando todo. Llamaré a Maximiliano para que te recoja en dos horas y te lleve al aeropuerto —me informa.
Mis pensamientos se aceleran. Todo lo que parecía bajo control ahora se desmorona. Miro a Max y a Bianca, ambos atentos a cada palabra que digo. La tensión en la habitación es palpable.
—¿Qué está pasando? —pregunto, en un susurro que apenas puedo controlar.
—No puedo explicarlo todo por teléfono. Solo te necesito aquí, antes de que sea demasiado tarde.
Cuelgo sin despedirme, sintiendo el peso de sus palabras caer sobre mis hombros. El silencio en la habitación es denso, cargado de incertidumbre.
—Tengo que irme —digo, más para mí que para ellos, pero lo suficiente alto como para que ambos lo escuchen—. Es hora.
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Esclava del engaño [Borrador]
Mystery / ThrillerSamantha es el resultado de un abuso, y desde temprana edad ha conocido el odio de su madre. Su frustración se intensifica cuando su madre se entera de su preferencias por las mujeres, lo que la hace sentir insegura y rechazada. Los maltratos físico...