Capitulo 18

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Ya había pasado un mes desde que adoptamos a Coco y todo iba muy bien. Había conseguido un trabajo desde casa, que se trataba de rellenar documentos . No era tan difícil.

Entre Nabil y yo, todo iba perfecto. Su madre había venido unas cuantas veces a casa y su sobrino también. Hoy por la noche teníamos una cena de la nueva empresa en la que Nabil trabajaba. Lo había convencido de que dejase toda esa mierda de las mafias y las drogas y se centrara en su din y en su nuevo trabajo. Le insistí en que comenzara a ser mejor persona, ya que nada de eso le iba a aportar nada bueno.

Ya eran las cinco de la tarde cuando escuché a Nabil entrar.

—Hola, quesito —dijo él.

—Hola —dije dándole un beso en la mejilla.

—¿Cómo te ha ido la mañana? —dijo yendo al salón.

—Bien. He hecho galletas, están en la mesa con el té.

—Saldremos en una hora, ya que es una hora de camino y hay que llegar a las ocho.

—Vale —dije, subiendo las escaleras para ir a prepararme.

Me puse un kimono granate y un vestido negro con unos tacones negros, un maquillaje sencillo, y ya estaba lista. Nabil se acababa de meter al armario, así que tenía que esperar a que él se preparara. Cuando salió, iba con un traje negro y una corbata igual a mi kimono. Íbamos combinados.

—¿Por qué me copias? —dije mirándolo de arriba abajo.

—¿Copiarte a ti de qué? —dijo sonriendo.

—¿Ya estás listo?

—No, me falta esto —dijo acercándose y dándome un beso—. Estás preciosa, como siempre.

Me puse como un tomate.

—Me encanta cuando te pones roja cuando te digo algo.

—Vamos ya —dije sin mirarle, porque ahora estaba más roja que antes.

Escuché su risa detrás de mí y bajamos. Entramos a su Mercedes negro y fue una hora de camino hasta que paramos delante de un edificio.

—¿Es aquí?

—Sí, vamos, nos esperan.

—¿Cómo que nos esperan?

—Les dije que vendría mi mujer.

Mi mujer. Qué bonito sonaba cuando lo decía.

—Ves, te has vuelto a poner roja —dijo cogiéndome de la mano para entrar.

Entramos y subimos por el ascensor. Al entrar a la sala, todos se nos quedaron mirando. Le sujeté la mano más fuerte. Todo era simple y de colores oscuros y blanco. Había un ventanal que daba a toda la ciudad y todas las mesas estaban decoradas de la misma manera.

—Tranquila —me susurró en la oreja.

Llegamos hasta al lado de un señor de unos 50 años, supongo que era el jefe de la empresa.

Nabil tenía un puesto muy alto aquí, por eso podía venir a estas fiestas.

—Señor Tarek.

—Me alegro de que hayas venido, Nabil —contestó él.

—No faltaría menos.

—Esta es mi mujer, Nadia —dijo Nabil.

—Un gusto conocerte, Nadia —dijo el señor—. Nabil tiene buenos gustos, ¿eh? —añadió con una sonrisa, a lo que yo le respondí con otra.

—Bueno, disfruten, voy a ir a saludar —dijo yéndose.

—¿Por qué todos nos miran? —le dije a Nabil.

—El empresario más guapo de la ciudad y la chica más guapa del mundo, ¿quién no los miraría?

Me reí ante su comentario y fuimos a hablar con un amigo de Nabil y su mujer. Me senté con su mujer, que se llamaba Aya. Estuve hablando con ella y nos dimos nuestros números para poder hablar más. Me había caído genial.

Estábamos hablando hasta que todos se callaron. Me giré y vi a una mujer de pelo negro, muy guapa, con un vestido azul fuerte que se le pegaba al cuerpo. No entendía por qué la miraban tanto hasta que la mujer se giró hacia mí y comenzó a acercarse. Entonces me di cuenta de que no era a mí a quien se acercaba, sino a Nabil, que estaba a unos pasos hablando con la pareja de Aya.

—Hola, cariño —dijo ella, a lo que Nabil se giró.

Fiha kherDonde viven las historias. Descúbrelo ahora