Capitulo 30

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Había pasado un mes desde que mi padre desapareció y no volví a saber nada de el.

Después de dar a luz, la vida pareció detenerse por un instante. Nuestro hijo, envuelto en una manta blanca y dormido en mis brazos, era la personificación de la esperanza renovada y el amor que habíamos cultivado a través de tantas pruebas difíciles. Nabil, con lágrimas de felicidad en los ojos, acariciaba con ternura la cabecita del bebé.

—Es perfecto, Nadia. Es nuestro —susurró Nabil, su voz cargada de emoción.

Asentí con una sonrisa temblorosa, incapaz de articular palabras mientras mi corazón se llenaba de gratitud y asombro. Habíamos llegado tan lejos desde aquella noche oscura de la cena, donde la traición y el dolor parecían haber puesto fin a todo lo que habíamos construido. Pero ahora, en este pequeño milagro que sosteníamos entre nosotros, había una promesa de nuevos comienzos y de una familia que se fortalecía a través del perdón y la determinación de no rendirse.

Durante los días que siguieron en el hospital, nuestras horas se llenaron de momentos preciosos: la primera vez que nuestro hijo abrió los ojos y nos miró con curiosidad, la sensación de su pequeña mano agarrando la nuestra con fuerza, y las noches en vela donde nos turnábamos para cuidarlo y maravillarnos con cada sonrisa y gesto.

Pero no todo era perfecto. A medida que dejábamos el hospital y nos instalábamos en casa, el desafío de equilibrar la crianza de un recién nacido con la reconstrucción de nuestra relación seguía presente. A veces las tensiones del pasado amenazaban con resurgir, y momentos de duda y miedo se intercalaban con la alegría abrumadora de ser padres.

Una tarde, mientras Nabil y yo estábamos en la habitación del bebé, viendo cómo dormía plácidamente en su cuna, Nabil se acercó y me tomó en sus brazos.

—Nadia, sé que no hemos superado completamente todo lo que ha pasado. Pero quiero que sepas que te amo más de lo que las palabras pueden expresar. Eres la madre más valiente y fuerte que conozco, y estoy agradecido todos los días por tenerte a mi lado.

Mis ojos se llenaron de lágrimas mientras lo abrazaba con fuerza, sintiendo el peso de sus palabras y el amor que aún ardía entre nosotros.

—Te amo también, Nabil. Y quiero creer que juntos podemos superar cualquier cosa, por nuestro hijo y por nosotros.

Fiha kherDonde viven las historias. Descúbrelo ahora