La pasión no se olvida

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Unos días más tarde,

Elizabeth descansaba en casa, disfrutando de un raro momento de tranquilidad. Madame Delacroix había asistido a una fiesta de artistas, dejándola sola. La noche era calmada y la oscuridad envolvía las calles de Londres como un manto silencioso.
De repente, un ruido extraño la sacó de su somnoliento estado. Se levantó de la chaise longe, alerta. Al principio pensó que era solo el crujir de la madera vieja, pero entonces lo escuchó de nuevo, más claro: pasos y susurros. Se acercó sigilosamente a la puerta del salón y escuchó con más atención. El sonido de algo metálico rozando una superficie dura la hizo contener el aliento.

Asomándose cuidadosamente por el borde de la puerta, vio una figura sombría moviéndose en la penumbra

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Asomándose cuidadosamente por el borde de la puerta, vio una figura sombría moviéndose en la penumbra. El brillo de un cuchillo en la mano del intruso la hizo retroceder, su corazón latía desbocado. No eran simples ladrones; algo en sus movimientos parecía demasiado deliberado, demasiado enfocado. La adrenalina se apoderó de su cuerpo. No podía pensar razonadamente, pero se obligó a hacerlo. Entonces, sin hacer ruido, se dirigió hacia la ventana del dormitorio. Si podía salir sin ser vista, quizás tendría una oportunidad de escapar. Con manos temblorosas, abrió la ventana y se deslizó hacia el callejón trasero, sin importarle demasiado que la lluvia mojase su camisón preferido.

Justo cuando sus pies tocaron el suelo, escuchó voces detrás de ella. Eran dos hombres; la habían visto y la seguían. Comenzó a correr sin mirar atrás, el miedo impulsando cada uno de sus pasos. Las calles de Londres eran un laberinto oscuro y confuso a esa hora de la noche. La idea de que alguien la estuviera buscando específicamente, y no solo robando la casa, la llenó de terror. No sabía a dónde ir, pero su instinto la llevó a la única casa en la que podía confiar: la residencia Bridgerton.

Con el corazón latiendo como un tambor, media hora más tarde de carrera continua, llegó a la puerta de los Bridgerton y golpeó frenéticamente. Los golpes resonaron en la noche, desesperados. La puerta se abrió de golpe y apareció Anthony, descalzo y con el torso desnudo, evidentemente arrancado de su sueño.

—¿Elizabeth? ¿Qué ocurre? —preguntó, su voz cargada de preocupación al ver su estado.

—¡Cierra la puerta! —pidió ella, asustada, sin aliento.

Anthony, sin hacer más preguntas, cerró la puerta rápidamente y la aseguró. Elizabeth, temblando, se acercó a la ventana y miró hacia fuera. Los dos hombres estaban en la calle, sus figuras oscuras moviéndose en las sombras, claramente buscándola a ella.

—¿Quiénes son esos hombres? —preguntó Anthony, asustado. Los miraba a ellos. Después, a Elizabeth.

—No lo sé —respondió ella, todavía tratando de recuperar el aliento—. Los encontré en casa... pensé que eran ladrones, pero me siguieron. Creo que me buscan a mí.

Anthony se acercó a ella, su rostro endurecido por la preocupación.

—No te preocupes —dijo, mirándola a los ojos— No permitiré que te hagan daño. Estás a salvo aquí.

Los Bridgerton: Vidas pasadas (Anthony Bridgerton)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora