El día de la boda de Elizabeth con el conde de Sheffield había llegado, y la atmósfera en la residencia estaba cargada de una tensión palpable. Genevieve Delacroix, con un semblante serio, ayudaba a Elizabeth a prepararse. Elizabeth, cuyo rostro mostraba una palidez que contrastaba con la elegancia del vestido de novia, parecía distante y absorta en sus pensamientos. Había pasado días sin comer adecuadamente ni dormir bien, y su mente estaba nublada por la angustia.
Genevieve ajustó el velo de Elizabeth con delicadeza, tratando de ofrecerle una sonrisa reconfortante.
—Elizabeth, estás impresionante —dijo Genevieve, intentando infundir algo de ánimo en su amiga— Todo irá bien, te lo prometo...
Elizabeth asintió con un débil murmullo, sus ojos vacíos mirando el reflejo en el espejo. A pesar de la belleza del vestido, no podía ocultar el dolor y la resignación que sentía.
El conde de Sheffield, con su habitual actitud autoritaria y despectiva, entró en la habitación para ver a su futura esposa. Su mirada recorrió a Elizabeth con una frialdad calculada. Se acercó a ella con una sonrisa que no alcanzaba sus ojos.
—Elizabeth, te ves perfecta —dijo con un tono que no ocultaba su desdén—. Estoy seguro de que serás la novia ideal para esta ocasión.
Se inclinó para besarla en los labios, pero Elizabeth, con una mezcla de tristeza y firmeza, se apartó rápidamente.
—No te confundas —dijo Elizabeth, con la voz temblorosa pero decidida—. Me casaré contigo, pero mi corazón nunca será tuyo. Y mi hijo tampoco.
El conde arqueó una ceja, sorprendido por la declaración, pero rápidamente recobró su compostura. Con una risa despectiva, respondió:
—Ya no tienes elección, Elizabeth. Has elegido este destino, y ahora debes enfrentarlo. El altar te espera.
Ambos se dirigieron hacia la iglesia, donde la ceremonia estaba a punto de comenzar. Los invitados estaban reunidos, expectantes, y el ambiente se llenó de murmullos mientras Elizabeth y el conde avanzaban por el pasillo. Elizabeth, con cada paso, sentía el peso de su decisión, pero mantenía la cabeza alta, decidida a no mostrar su angustia.
Justo cuando el cura iba a comenzar el rito, la puerta principal del salón se abrió de golpe, y un mensajero de la reina irrumpió con un comunicado urgente.
El mensajero, con un aire de gravedad, comenzó a repartir panfletos a los presentes. Elizabeth y el conde miraron con sorpresa y confusión mientras los asistentes leían el panfleto, que contenía un mensaje que sacudió los cimientos de la ceremonia:
Queridos amigos y ciudadanos de Londres,
Hoy me dirijo a ustedes no como un vizconde, sino como un hombre que ha cometido errores y que ahora quiere ser honesto sobre lo que realmente importa. Desde el primer momento en que vi a Elizabeth, supe que ella era la luz que mi vida necesitaba. No fue solo su belleza lo que me cautivó, sino su espíritu indomable y su valentía.
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Los Bridgerton: Vidas pasadas (Anthony Bridgerton)
FanficLa vuelta a Londres de Elizabeth, un viejo amor, trastoca profundamente el mundo de Anthony Bridgerton. Ante su regreso, Anthony se encuentra dividido entre sus responsabilidades familiares como esposo y vizconde y los sentimientos entrelazados con...