Momentos difíciles

121 9 0
                                    

Elizabeth recuperó lentamente la conciencia en un sótano oscuro y húmedo. Se encontraba atada a una silla, el frío del suelo de piedra se filtraba a través de sus ropas. Los hombres que la habían capturado se movían a su alrededor, susurros apenas audibles llenaban el aire cargado de humedad y miedo.

—¿Por qué estamos aquí? —preguntó uno de ellos, visiblemente incómodo— ¿No dijiste que sería rápido?

—Silencio —replicó el otro con autoridad— Necesitamos la información. Sin eso, no podemos avanzar.

Elizabeth levantó la cabeza con dificultad, intentando enfocar su mirada en los hombres. Sus pensamientos eran confusos, pero una creciente sensación de pánico la mantenía alerta.

—¿Qué quieren saber? —logró decir con voz temblorosa.

—Todo lo que sepas sobre el conde de Sheffield y sus deudas —dijo uno de ellos, acercándose peligrosamente—. No intentes mentirnos.

En la boda, el conde de Sheffield se encontraba visiblemente preocupado. Aunque intentaba disimular, su inquietud era palpable. Benedict se acercó a él, notando su estado.

—¿Ha visto a Elizabeth? —preguntó Benedict, con un tono urgente— Nadie la ha visto desde hace un buen rato.

El conde negó con la cabeza, la preocupación en sus ojos era evidente.

—Temo que algo le haya pasado —dijo finalmente—. Debemos encontrarla.

—No puedo quedarme aquí —decidió Anthony, interrumpiendo la conversación— Tengo que ir a buscarla.

Benedict lo detuvo con una mano firme en el hombro.

—No puedes, Anthony. Con todo lo que está pasando entre tú, Kate y Elizabeth, lo último que necesitamos es más tensión. Déjame a mí buscarla. Tú debes quedarte aquí y calmar a los demás.

Anthony luchó contra el impulso de protestar, pero finalmente asintió. Sabía que Benedict tenía razón, aunque la idea de quedarse quieto mientras Elizabeth estaba en peligro lo consumía por dentro.

—Encuéntrala, por favor —pidió Anthony, con la voz quebrada por la preocupación.

—Lo haré —prometió Benedict, antes de salir del salón acompañado por el conde de Sheffield.

En el sótano, Elizabeth continuaba luchando contra el miedo y el dolor. Uno de los hombres se inclinó hacia ella, sus ojos brillando con una mezcla de crueldad y curiosidad.

—Sabemos que sabes algo —dijo suavemente, casi como una caricia—. Cuéntanos lo que queremos saber y esto terminará pronto.

Elizabeth cerró los ojos, tratando de bloquear el dolor que sentía en su brazo y la creciente desesperación.

—No sé nada de lo que me hablan —murmuró, pero su voz traicionaba su miedo.

El hombre soltó una carcajada seca, mientras el otro se acercaba con una cuerda, preparándose para amarrarla con más fuerza.

—Te haré hablar, de una forma u otra —amenazó, acercándose aún más hasta que su aliento asqueroso chocó contra la mejilla de Elizabeth.

De repente, el hombre le chupó la cara, su lengua áspera y húmeda dejando un rastro de saliva que hizo que Elizabeth se estremeciera de asco y miedo. La sensación repugnante y humillante la paralizó, su corazón latía desbocado, casi ahogándola con su ritmo frenético. Su mente intentaba comprender el horror de la situación, pero su cuerpo solo quería escapar, gritar, y luchar contra la opresión de su captor.

El hombre comenzó a desabrocharse los pantalones, su rostro mostraba una expresión de depravación y deseo malsano. Elizabeth, presa del pánico, sintió un escalofrío recorrerle la espalda. Sus intentos por liberarse se intensificaron, pero las cuerdas la mantenían firmemente atada, impidiéndole cualquier movimiento efectivo. Sus ojos se llenaron de lágrimas, su garganta se cerró, y el miedo la consumía.

Los Bridgerton: Vidas pasadas (Anthony Bridgerton)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora