Es hora de tomar una decisión

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El silencio en la sala era ensordecedor, todos esperando su respuesta. Elizabeth abrió la boca, pero las palabras no salían. Su mente estaba llena de recuerdos de Anthony, de sus cartas, de sus besos, y de las advertencias sobre el conde. Miró a Anthony, buscando en sus ojos alguna señal, algún consejo, pero solo encontró pasividad. 

Finalmente, bajo la presión de todas las miradas y la aprobación implícita de la reina, que sonreía gratamente ante la propuesta, Elizabeth tomó una decisión.

—Sí. Sería un honor convertirme en su esposa —dijo, su voz apenas un susurro, pero lo suficientemente clara para que todos la oyeran.

La sala estalló en aplausos y vítores. El conde de Sheffield se levantó, tomó su mano y le deslizó el anillo en el dedo. Elizabeth intentó sonreír, pero la sensación de ahogo la invadía. Instantes más tarde, todavía esbozando una sonrisa, volvió a decir en voz baja.

—Perdónenme, necesito un momento.

Se dirigió rápidamente hacia el gran balcón de la reina, escapando del bullicio de la sala. Una vez fuera, el aire fresco de la noche la envolvió y finalmente dejó caer una lágrima que había estado conteniendo. Había imaginado el día de su pedida como algo mágico, íntimo, con Anthony como protagonista. Y eso estaba muy lejos de la realidad. Sollozó en silencio, sintiendo una mezcla de impotencia y desesperación.

Unos momentos después, Lady Danbury apareció en el balcón. Su presencia siempre imponente, pero esta vez con un aire de preocupación maternal.

—Elizabeth, querida, ¿estás bien? —preguntó, su voz suave y llena de cariño.

Elizabeth se limpió las lágrimas rápidamente, intentando recomponerse.

—Es... es de emoción, Lady Danbury. Todo esto es muy abrumador —dijo, intentando sonar convincente.

Lady Danbury la miró con sus ojos sabios, viendo a través de la fachada.

—No me engañas, niña. Sé reconocer las lágrimas de desesperación cuando las veo —dijo, acercándose más y tomando la mano de Elizabeth— Háblame, ¿qué te preocupa?

Elizabeth suspiró, sintiendo que no podía mantener la mentira frente a Lady Danbury.

—No estoy segura de este matrimonio. Ya sabes... tengo miedo de estar equivocándome —susurró, su voz quebrándose.

Lady Danbury asintió, escuchando con atención.

—Entiendo tus miedos, querida. El conde puede ser intimidante, pero también es un hombre poderoso que puede ofrecerte seguridad. Y el tema de Anthony... es complicado, lo sé —dijo, apretando la mano de Elizabeth— Pero debes tener esperanza. A veces, las cosas no son tan oscuras como parecen. Encontrarás la manera de ser feliz, incluso en las circunstancias más difíciles. De eso estoy segura. 

Elizabeth asintió, sintiendo un pequeño rayo de esperanza en medio de su tormento.

—Recuerda, querida, la vida está llena de sorpresas. Nunca pierdas la esperanza —dijo, antes de guiar a Elizabeth de regreso al salón, donde la celebración continuaba— Y con respecto a la equivocación, equivocarse es de humanos. Humanos que confían, que dudan, que aman. Es en esos errores donde encontramos nuestro verdadero ser.

—Pero... ¿cómo sabré si me he equivocado?- se tensó- Lady Danbury, ¿cómo enfrentaste tus propios errores?

Lady Danbury sonrió con ternura.

—Con coraje, mi querida, y con la certeza de que cada error me hacía más fuerte. Acepta tus fallos, aprende de ellos y sigue adelante. El amor verdadero, la felicidad auténtica, vienen cuando somos valientes para ser quienes realmente somos, con nuestras imperfecciones y todo lo que conllevan.

Los Bridgerton: Vidas pasadas (Anthony Bridgerton)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora