Celos y déjà vu

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Habian transcurrido tres días desde el accidente de Pedri, tres días desde que le dieron la noticia a Pablo de que no iba a volver a jugar. Ahora el sevillano se encontraba en su casa, habiendo sido dado de alta del hospital, luego de que le insistiera a sus padres que lo sacaran de aquella habitación blanca y estéril que le recordaba demasiado a la incertidumbre y al dolor.

"No puedo seguir aquí", les había dicho. "No puedo quedarme en el lugar en el que han enterradomi futuro como futbolista". Sus padres, preocupados pero comprensivos, habían accedido.

Ahora, con las muletas apoyadas junto a la puerta, Pablo se alistaba para salir e ir a las instituciones del barça, el menor le había pedido a su padre avisar al club sobre su situación, y esa era la razón por la que se preparaba para salir, tanto Laporta como Xavi decidieron hacerle exámenes los médicos del club querían confirmar la verdad detrás de las palabras del médico anterior. A veces, incluso los profesionales se equivocaban.

Con determinación salió de su habitación, siendo recibido con las miradas de sus padres desde el vestíbulo.

—Ve con cuidado —advirtió su madre.

—Venga que llegamos tarde —dijo su padre dándole unas palmadas en la espalda a su hijo.

Pablo asintió, le regaló una sonrisa a su madre, se iba a ir, pero se detuvo y su madre se acercó a abrazarlo.

—Te amo, cariño —le dió un beso en la mejilla—. Ya verás que todo saldrá bien.

—Gracias por todo mamá —le volvió a sonreír.

—Ya ve que tu padre te está esperando.

Pablo miró por última vez a su madre, para luego darsela vuelta y salir de su casa, cojeó hacia su coche con ayuda de las muletas, sintiendo la presión de las expectativas y la incertidumbre del futuro. Las instalaciones de entrenamiento del Barça lo esperaban.

Por otro lado, la casa de Pedri se había convertido en un refugio silencioso, un lugar donde las paredes parecían cerrarse sobre él. Desde que volvió a casa después del accidente, había evitado salir de su habitación. Las visitas de Ferrán, Fermín, João y otros compañeros cercanos eran constantes, pero la respuesta siempre era la misma: "No quiero ver a nadie".

Ferrán, su mejor amigo, se quedaba a menudo a hablar con Fer, su hermano. Juntos, discutían la situación y cómo ayudar a Pedri. El joven futbolista luchaba consigo mismo. Quería recordar, desesperadamente, pero su mente seguía siendo un laberinto oscuro. Las noches eran las peores: pesadillas que lo atormentaban, insomnio que lo dejaba exhausto.

La imagen del chico castaño en el hospital, Pablo, seguía persiguiéndolo. Pero no recordaba nada sobre él. Era como si su vida anterior hubiera sido borrada por completo, lo cual lo llevaba a la frustración y luego a deprimirse.

Ese día, Pedri había decidido enfrentar las instalaciones del Barça. Los doctores querían hacerle un chequeo, y él también necesitaba despejarse un poco. Se alistó, bajó las escaleras y encontró a Fer con una sonrisa en el rostro.

—¿Por qué tan sonriente?— preguntó Pedri, confundido.

Fer se encogió de hombros.

—Es un hermoso día, hermanito —respondió—. Por cierto, Ferrán te llevará a las instalaciones.

Pedri frunció el ceño. —¿Por qué no vienes tú? —preguntó— ¿Por qué dejas que un desconocido me lleve?

Fer puso una mano en su hombro. —Ferrán no es ningún desconosido, es tu mejor amigo y alguien a quien le tengo confianza ¿ok? —explicó— No te hará daño.

Una navidad junto a ti (Gadri)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora