Capítulo 7

619 80 4
                                    


Becky's POV

Marissa saltó a abrazarme apenas crucé la puerta de entrada. Eran las ocho de la noche, vivir en Bangkok era todo un reto.

—Mamá ¡la pase estupendo!

— ¿Enserio? Eso me alegra, cariño. —le sonreí, dejando mi bolso en la mesa de entrada.

—Sí. —suspiró, caminando hacia la sala. —Los Chankimha son fantásticos—siguió—, y Freen y yo nos hicimos buenas amigas, intercambiamos números y quedamos para salir mañana con sus primas. —sonrió. —Tiene permiso para conducir y en sus dieciséis ¡Le regalaron un hermoso convertible! —su emoción no paraba.

Me encantaba verla así, tan enérgica y feliz. Me senté a su lado, abrazándola. Seguía siendo mi bebé después de todo.

—Me alegra que te hayas divertido tanto.

—Iremos al mismo colegio y estamos en el mismo nivel, solo que no sabemos si tendremos las mismas clases.

—De todas formas, ya conocerás a alguien de ese lugar. —le dije.

—Sí, y mañana me presentará a más de sus amigas, que también van al Brighton College Bangkok.

—Me alegro.

—Por cierto, no le dije que eras mi madre. Es tu fan, tiene todos tus libros ¡literal! Creo que cuando te vea y sepa que soy tu hija, se morirá.

Yo solo pude reír mientras la escuchaba hablar acerca de su grandiosa tarde.

Marissa se había ido hace unos minutos a casa de los Chankimha, yo debía ir a su nuevo colegio a firmar algunas cosas y cambiar las camisas que habían llevado -tal como Oliver lo dijo- pero estas no le quedaban a mi hija.

No sabía cuánto me tardaría, pero mi pequeño demonio me había dejado en claro que pasearían toda la tarde junto a las amigas de la hija de Kanya. Me alegraba mucho el hecho de que no se encontrara sola en estos últimos días de vacaciones y que conociera a varias de sus futuras compañeras.

Por mi parte, agradecía mucho eso, tampoco quería que se mantuviera encerrada en casa y me parecía estupendo que empezara a conocer poco a poco, mejor la ciudad donde viviríamos. Así como yo lo intentaba, pero realmente el tráfico de acá es mucho más pesado que el de Phuket, y eso es estresante.

Es gracioso que para llegar al colegio de mi hija me haya tardado tanto, cuando las instalaciones no quedaban tan lejos del vecindario.

—Buenos días. —saludé a la secretaria. —Soy Rebecca Armstrong, tengo una cita con la directora. —avisé. Ella me sonrió, era muy linda.

—Claro señora Armstrong, la directora la está esperando

—Gracias. —respondí, sonriéndole y caminando en la dirección que me había apuntado.

—Por cierto. —me giré repentinamente, recordando el asunto de las camisas. —Me podría decir donde podría cambiarlas. —le mostré la bolsa con el logo de la institución. —Son una talla muy pequeña para mi hija.

—Por supuesto. —asintió. —Cuando se desocupe, le indicaré donde podrá hacer el cambio ¿trajo la factura? —preguntó.

—Sí. —asentí. —Entonces, después de su charla con la directora podrá ir a cambiarlas.

—Nuevamente, gracias, señorita. —sonreí.

—De nada, señora Armstrong, es un placer ayudarla... Por cierto. —Abrió un cajón de su escritorio y extrajo un libro— ¿Podría firmarlo? —preguntó sonrojada.

—Sería un placer. —respondí, acercándome al escritorio.

—Muchas gracias. —me dijo una vez le entregue el libro firmado.

—A ti cariño. —asentí, retomando mi camino hacia la oficina de la directora.

—Muchas gracias directora Pankram. —dije poniéndome de pie después de firmar los últimos papeles para la matrícula de Marissa y de haber charlado con ella en cuanto a los últimos acontecimientos en la anterior escuela de mi hija.

—A usted señora Armstrong. —sonrió, tendiéndome la mano. —Fue un gusto haberla conocido. Soy fan de sus libros. —comentó.

— ¡Oh! Gracias, me siento halagada. —dije mientras colgaba el bolso en mi hombro.

—Gracias a usted, lamentamos el inconveniente de las camisetas. Andrea podrá ayudarla con eso, ella la llevará para que las pueda cambiar.

—Muchas gracias nuevamente, señora directora.

—No es nada. En cuanto a Marissa, estaremos pendientes a ella. —asentí satisfecha y me despedí, saliendo del despacho.

Rápidamente me acerqué nuevamente a la joven secretaria, quien me sonrió al notar mi presencia y enseguida llamó a un chico que me guio hacia el lugar donde tenían los uniformes y libros que utilizarían los estudiantes.

Una vez allí, opté por comprar los materiales de Marissa, pues la directora me había proporcionado la lista de libros que tendría que adquirir para ella.

Al regresar a casa, mi pequeño tormento aún no llegaba, seguramente seguiría paseando con sus nuevas amigas. Me gustaba eso, Marissa había adquirido eso de su padre, él solía ser así, amiguero. Le gustaba conocer personas y socializar, en cuanto a mí, yo prefería quedarme en casa a leer o ver alguna peli mientras comía pizza.

Las fiestas no eran lo mío, solo hay que ver lo que paso en la primera a la que asistí de adolescente con mis amigas y mi hermano.

Tenía la casa para mi sola, cuando eres adolescente piensas en muchas cosas en cuanto al tener la casa para uno solo. Pero ese ya no era mi caso, además de que en estos momentos lo único que buscaba era descansar un rato.

Moría de sueño, anoche me acosté muy tarde. Muchas ideas llegaban a mi cabeza y no podía parar de escribir, por lo que terminé acostándome casi al amanecer.

De todas maneras, nadie me esperaba en la cama, a excepción de mis almohadas.

Suspiré. Realmente necesitaba dejar de pensar en esas cosas. Posiblemente no estaba hecha para nadie, o nadie estaba hecho para mí, y en caso de que no fuera así, en cualquier momento aparecería. Solo que se estaba tardando más de lo que yo quería. O eso imaginaba.

La madre de mi mejor amiga | FreenBeckyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora