\CAP.35/

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El corazón de Byeol estaba hecho pedazos, su alma apagada y sin ganas de seguir respirando. Se encontraba en un estado de devastación absoluta, luchando por asimilar las palabras crueles y dolorosas que había escuchado de quien había creído que la amaba. La traición de Jungkook la había golpeado con una fuerza que parecía arrebatarle todo sentido de esperanza y propósito.

Durante mucho tiempo, Byeol había confiado ciegamente en él, entregándole no solo su corazón, sino también su vida. Ahora, esa vida estaba en ruinas, y las esperanzas que había albergado de resolver la situación y salir de prisión se habían desvanecido como un sueño lejano. Cada pensamiento estaba dominado por el dolor de la traición y la pérdida de su bebé, un dolor tan profundo que la incapacitaba para encontrar consuelo en cualquier cosa.

La noticia de la pérdida de su hijo era una herida abierta que no se atrevió a compartir. Temía que al hablar de ello, solo empeoraría su sufrimiento, ya que lo que buscaba era alivio, no más dolor. En lugar de encontrar consuelo, solo había recibido desprecio y odio de Jungkook. Su mente se esforzaba en comprender el motivo de esa aversión; ella había sido siempre buena con él, entregándole lo mejor de sí misma. Se preguntaba a sí misma qué había hecho mal para merecer tal traición. ¿Por qué el odio que él le profesaba? ¿Qué había fallado en su amor para que ella fuera objeto de tanta crueldad?

En los días siguientes, Byeol parecía más un fantasma que una persona viva. Su cuerpo se movía sin alma, su rostro desprovisto de la expresión y la genuina sonrisa que alguna vez había iluminado su vida. Había caído en una especie de letargo emocional, una sombra de quien solía ser.

Su compañera de celda, 320, notó el drástico cambio en ella. Aunque la relación entre ambas no había sido siempre cercana, Byeol había sido amable y considerada con 320, y esto le había ganado su aprecio. Ahora, al ver a Byeol sumida en tal desesperanza, su preocupación creció. Temía que la situación de Byeol pudiera llevarla a una recaída o, peor aún, a desmayarse en cualquier momento debido a su deteriorada salud.

A veces, 320 se veía obligada a insistirle que comiera, ya que Byeol apenas si mostraba interés en alimentarse. Su mirada permanecía perdida en algún punto del lugar, como si estuviera atrapada en una profunda tristeza que la alejaba de la realidad. De vez en cuando, unas lágrimas solitarias se deslizaban por sus mejillas, lágrimas que no parecían tener el mismo brillo de antes, el brillo que antes solía irradiar esperanza y vida.

320 admiraba a Byeol por esa luz especial que antes solía tener en sus ojos, una luz que ahora se había extinguido por completo. La transformación de Byeol de una persona llena de vida a un ser desolado y abatido era dolorosa de ver, y aunque intentaba ayudarla, sentía que nada que hiciera podría devolverle la alegría y la fuerza que una vez tuvo.

Su nombre representaba el brillo y la luz de una estrella, pero ahora esa estrella se había apagado.

—Vamos, debes alimentarte, Byeol —320 la llamó por su nombre por primera vez, esperando provocar alguna reacción en ella, pero no obtuvo respuesta alguna—. Si sigues así, vas a morir. ¿Eso es lo que quieres? —tampoco obtuvo respuesta.

En ese momento, un oficial entró.

—338, tienes visita —anunció, pero Byeol no quería ver a nadie, solo deseaba desaparecer y dejar de sentir dolor alguno—. ¡Vamos, levántate! —exigió el oficial, obligándola a ponerse de pie y llevándola a la sala de visitas.

En el cubículo se encontraba el abogado Park, quien se sorprendió al ver a Byeol. Estaba demacrada y muy delgada.

—Señorita, ¿se encuentra usted bien? —preguntó con preocupación, observando su rostro pálido y sus ojos apagados.

CONSEQUENCES - JK +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora