\CAP. 2/

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Jeon Jungkook



Ajusté la corbata una vez más, asegurándome de que quedara perfectamente alineada, mientras me miraba en el pequeño espejo del baño. Respiré hondo y me pasé una mano por el pelo, intentando calmar los nervios que se agitaban en mi estómago. Hoy era un día crucial, el inicio de una nueva etapa que podría cambiar mi vida para siempre. Tomé mis gafas del lavabo, me las puse y salí del baño.

-Hijo, come tu desayuno. No debes irte con el estómago vacío - insistió mi madre con voz cariñosa pero firme, mientras colocaba los pequeños platos de arroz y kimchi en la mesa. Me senté rápidamente, tomando un poco de arroz con los palillos y llevándolo a mi boca.

-Estoy muy contenta de que ya tengas trabajo, hijo. La empresa Sinsegi es muy reconocida y, además, estás en un buen puesto - dijo mi madre con los ojos brillando de emoción, su sonrisa reflejando el orgullo que sentía. Su entusiasmo era palpable, y yo también me sentía ilusionado por haber pasado la entrevista y haber conseguido el puesto de asistente de presidencia.

-Lo sé, mamá. También estoy emocionado. Trabajaré muy duro, dejaré mis huesos en esa empresa - respondí con determinación, sintiendo la responsabilidad y la oportunidad que tenía entre mis manos.

-Muy bien, hijo. Eres muy talentoso y ellos te apreciarán, ya lo verás - dijo mientras me limpiaba la boca con su mandil, sin importar que ya no era un niño pequeño. Su cuidado y atención eran constantes, y aunque a veces me sentía avergonzado por ello, sabía que era su manera de mostrarme amor. La adoraba.

Miré el reloj en mi muñeca y me levanté de un salto, corriendo al baño para lavarme los dientes. El tiempo se me había escapado y no podía permitirme llegar tarde en mi primer día. Salí apresuradamente, y allí estaba mi madre, esperándome en la puerta con mi maletín, como siempre lo había hecho desde que era un niño.

-Toma, hijo. No olvides nada y esfuérzate - me dijo mientras me entregaba el maletín. La besé en la frente con cariño.

-Adiós, mamá. ¡Te amo! - exclamé mientras corría hacia la bicicleta que mi padre me había regalado. No teníamos auto; nuestra situación económica no nos lo permitía. Éramos de clase baja, pero eso nunca había sido un obstáculo. Sabía que con mi nuevo empleo en una empresa tan importante, la vida de mis padres y la mía mejoraría significativamente. Aunque la bicicleta estaba algo vieja, aún era funcional y me permitía acercarme al trabajo. La adrenalina y la emoción por el nuevo comienzo me impulsaban, y aunque tenía algo de nervios, mi determinación era más fuerte.

Al llegar a la empresa, busqué el aparcamiento para bicicletas, que estaba un poco lejos de la entrada principal. Dejé la bicicleta y corrí hacia el edificio. La fachada de la empresa era imponente, con grandes ventanales y una entrada majestuosa que me hacía sentir pequeño pero lleno de aspiraciones.

-¡Alto! ¿A dónde va? - me detuvo una voz autoritaria. Uno de los guardias de seguridad, un hombre corpulento y con una mirada escrutadora, me observaba de arriba a abajo, evaluando mi apariencia con desconfianza.

-Ah... Bueno, soy el nuevo asistente del presidente Moon - dije, haciendo una reverencia. El guardia me miró con escepticismo, como si no pudiera creer que alguien como yo estuviera destinado a un puesto tan importante.

-Tu identificación - ordenó, extendiendo la mano. Reaccioné rápidamente y busqué en mis bolsillos, pero no encontré el gafete de la empresa. Claro, aún no me lo habían entregado; debía recogerlo hoy en Recursos Humanos.

-No lo tengo, es que aún no me lo entregan - expliqué, tratando de sonar convincente. El guardia alzó una ceja y habló por su comunicador. - No, en serio, si quiere, puede llamar para verificarlo - insistí, sintiendo la presión del tiempo y el nerviosismo al ver el reloj. Ya estaba tarde y debía estar en mi puesto. ¡Genial! ¡Primer día y ya llegaba tarde!

-Tu nombre... - preguntó el guardia con tono de paciencia.

-Jeon Jungkook - respondí, mordiendo levemente mi labio inferior por los nervios y la impaciencia que sentía.

-De acuerdo... - escuché que decía al comunicador. Luego, se volvió hacia mí y me hizo un gesto con la mano. - Puedes pasar.

-Muchas gracias - respondí, haciendo otra reverencia y entrando apresuradamente. Corrí hacia el ascensor, sintiendo el sudor frío en mi espalda. Subí hasta el último piso, donde seguramente ya estaría el presidente. Esperaba que este pequeño retraso no afectara mi primera impresión.

El ascensor subía lentamente, cada piso se sentía como una eternidad. Miré mi reflejo en las puertas cromadas, tratando de calmar mis nervios y de recordar por qué estaba allí. Este era mi momento, mi oportunidad para demostrar de qué estaba hecho. Al llegar al último piso, las puertas se abrieron con un leve tintineo. Respiré hondo y, con determinación, me dirigí hacia la recepción de la oficina del presidente. Cada paso resonaba en el suelo de mármol, y mi corazón latía con fuerza. Finalmente, estaba a punto de entrar en el mundo que siempre había soñado.

Di tres toques en la puerta que ostentaba una placa dorada con la inscripción "Presidente". Desde el interior, una voz autorizada me dio paso, aunque algo en su tono me sorprendió: sonaba como la voz de una mujer. Entré lentamente, cerrando la puerta tras de mí. Al levantar la vista, la luz que se filtraba por los enormes ventanales ofrecía una impresionante vista de la ciudad. Ahí, frente al gran escritorio de madera oscura, donde imaginaba ver al presidente, estaba sentada una mujer. Era hermosa, con una presencia que irradiaba autoridad y confianza. ¿Quién era ella? ¿Y dónde estaba el presidente?

Con pasos cautelosos, pero intentando no mostrar mis nervios, avancé hasta situarme frente al imponente escritorio. La mirada de la mujer me examinaba de pies a cabeza, similar a la evaluación que había recibido del guardia de seguridad abajo. Sentí una punzada de incomodidad, pues debo confesar que, aunque me gustan las mujeres, siempre he tenido malas experiencias con ellas, sobre todo con una en particular a quien esperaba no volver a ver jamás.

Sin más preámbulos, hice una reverencia y saludé a la mujer, cuyo título y relación con la presidencia me eran aún desconocidos.

-Buenos días - dije, intentando mantener mi voz firme a pesar de los nervios que me hacían sudar las manos. Su mirada era difícil de descifrar, pero me parecía que contenía una mezcla de asombro y algo que podría haber sido burla.

-Buenos... días - respondió, alargando las palabras. Alcé la vista y, por un momento, me planteé preguntarle sobre el paradero del presidente Moon. Pero lo que ocurrió a continuación fue lo menos esperado y lo que más temía.

La puerta se abrió nuevamente y, para mi horror, apareció la figura de la mujer que más odiaba en el mundo. Ella se acercó hasta la mujer que estaba sentada con un bolso en la mano. Me quedé paralizado en mi lugar, incapaz de comprender cómo había llegado aquí. ¿Acaso la había invocado con mis pensamientos? Mi mente comenzó a trabajar frenéticamente. Su apellido era Moon, y el presidente... Entonces, ¿era posible que ella...?

Mis pensamientos se arremolinaron y finalmente encajaron las piezas: esta mujer, la misma que había convertido mi vida en un infierno, era la hija del presidente Moon. El impacto de la realización me dejó sin aliento. ¿Cómo era posible? Ella, Moon Byeol, la mujer que había jurado no volver a ver, estaba ahora aquí frente a mi. La ironía del destino me golpeó con fuerza.

CONSEQUENCES - JK +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora