Capitulo 15

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Mía, no de ellos.

Kary:

Hoy la tortura llegó diferente, el grupo de mujeres que había llegado me sacaron de la cama, obligándome a bañarme, vestirme, maquillarme y arreglarme, me han tocado tanto que me siento masa de panadería.

Quería protestas, pero con lo débil que me tienen todo esto, no puedo ya ni hablar bien. Es tan grande mi situación que a la primera semana perdí las fuerzas para llorar, ya ni eso puedo. Supongo que todo esto se debe a que voy a presentarme al supuesto cabecilla. Algo aquí va a salir mal, lo puedo sentir.

Después de terminar con el peinado, me levantan para arrastrarme a las malas a un comedor. Me niego a que me toquen, pero no puedo dar pelea, y me frustra el no poder hacer nada para defenderme.

—Come. —me dice una de las mujeres mientras me sienta de golpe en la silla con un plato de comida frente a mí.

Por alguna razón, el olor solo me da náuseas, con mi mano temblorosa muevo la comida hacia un lado, me siento mal, todo me duele y me quiero ir, pero ni las lágrimas que amenazan por salir son suficientes para conmover a estas mujeres, ya que una de ellas se acerca y me toma del pelo obligándome a poner la cabeza hacia atrás.

—Abre, no tengo todo el día para esto, niña. —me abren la boca a las malas y me obligan a comer. Las lágrimas llegan y las ganas de vomitar son cada vez mayores. El olor a medicina llena mis fosas nasales, no sé si es porque tanto tiempo en un laboratorio me dejó ese olor, o por la maldita aguja que está sacando la mujer a mi lado.

La inyección duele más que nunca porque no lo hace de espacio como la doctora, es brusca y sin nada de delicadeza, me toma del mismo brazo que me acaba de clavar y me jala afuera, pero más que el dolor estoy hecha nada, antes de llegar al carruaje que nos espera mi cuerpo colapsa y todo se torna negro por completo.
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Al momento en el que vuelvo abrir los ojos otra vez, ya estoy en el carruaje. Un hombre va a mi lado, tiene el cabello castaño y ojos tan azules que pensarías que no son reales, voltea a verme con una sonrisa.

—Despertaste. —no le respondo y miro a la ventana.

Por todos los árboles que se ven, supongo que vamos en medio del bosque, suspiro y me muevo como puedo con el cuerpo adormecido. El hombre a mi lado no ha parado de mirarme, me incomoda, no estoy acostumbrada a ser el centro de atención y casi todo me da pena. Volví a mirar a la ventana, avergonzada.

—Lamento no presentarme, muy descortés de mi parte. —lo miro cuando lo escucho hablar y me da la mano.

—Soy el Duque Alaric Montague. —lo miro a los ojos, es atractivo, demasiado diría yo.

—Kira… —la voz me sale entrecortada y me da vergüenza que me oiga así. El ardor en mi mejilla no tarda en avisarme que estoy toda roja.

—¿Kira?  —repite intentando ver si lo escucho bien.

—Kira Elizabeth Bennett. —asiente sin quitarme los ojos de encima.

Yo vuelvo a mirar a la ventana. Como dije antes, no me gusta ser el centro de atención, por lo tanto, tengo que distraerme para no concentrarme en el hecho de que el duque no me deja de mirar.

El viaje es tranquilo y silencioso, desde los últimos días es la primera vez que puedo decir que me siento bien, o mejor dicho tranquila, ya que el dolor sigue presente, pero el aviente natural me hace olvidarlo. Tengo dudas de saber cómo es el líder de la Farringdon y el que gobierna después de los demonios, miro al duque Alaric Montague y quiero preguntarle pero…

La flecha que entra por mi ventana me obliga a bajar la cabeza. Levantó la vista a la ventana sin saber de dónde demonios vino eso. Miró al duque y me obligó a apartar la vista de inmediato, llevándome una mano a la boca para no gritar. La flecha le traspasó la sien.

—¡Ayuda, el duque está muerto! —le gritó a los otros adelante que intentan frenar, pero algo impacta tan fuerte contra nosotros que voltea el carruaje.

La cabeza me da vueltas y miro a todos lados. El cadáver a mi lado ahora está sobre mis piernas derramando sangre, sangre que está provocando un estallido en mi sistema nervioso.

—¡Es una emboscada! ¡Protejan a la dama! —grita uno de ellos afuera, yo todavía sigo en shock por lo del duque que está sobre mí, pero no me atrevo a salir.

Escucho cómo los hombres pelean afuera y siento que los de mi lado están perdiendo, miro por el agujero que hizo la flecha y casi se me salen los globos oculares al darme cuenta de que los que nos están emboscando son… ¡Demonios!

No, no, no, es por mí, están aquí para matarme y terminar con lo que Azael Harcourt empezó. Me quitó a Alaric Montague de encima y abro como puedo, ya que mi cuerpo está más débil que nunca. Salgo corriendo con las pocas fuerzas que me quedan, el sonido de los gritos y el metal de las espadas chocando, al igual que las garras, no paran de atormentar mis oídos.

—No, ahora no. —me digo a mí misma que, cuando empiezo a estar más mareada, mi paso disminuye por el dolor y solo me queda mirar a todos lados.

Estoy perdida en el bosque sin rumbo alguno, pero si me voy a quedar perdida, al menos quiero tener la certeza de que los demonios no me andan buscando, así que como puedo busco un lugar donde esconderme, ya un buen rato caminado y nada, me preocupa no encontrar un lugar, pero el que no me haya topado con un demonio todavía es una buena señal, sigo caminado y a lo lejos veo llamas, 

«¿Qué se quema?»

Mi curiosidad me hace ir hacia allá. Después de casi tres horas de caminata, mi cerebro ya no está pensando bien y solo quiero calentarme del frío que tengo, cosa rara porque estamos en una época fresca del año.

Llegué al sitio en donde todo se quema, hay sangre y cuerpos por todos lados. Quiero vomitar y me arrepiento de ser tan curiosa, miro lo que se quema y me doy cuenta de que es el carruaje. «Mierda», estoy en el mismo lugar que empecé, camine en círculos, uno de los cuerpos se mueve y me mira y levanta levemente los dedos.

El miedo me comprime el estómago, doy dos pasos hacia atrás y mi cuerpo choca contra algo duro, unas manos se posan en mi cintura y ya sentí este tacto antes.

—Mirate, monjita, esos malditos te tienen tan pálida y débil, pero no te preocupes, ya les di su merecido. —me quedo rígida sin saber qué decir o hacer, entonces se acerca a mi oído para susurrar.

—Mía, no de ellos… —besa mi cuello y, antes de que pudiera decir algo más, me desplomó hacia abajo…

REDENCIÓN OSCURA (1# Trilogía Lazos Oscuros) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora