No todo es lo que parece en el epílogo:
En un mundo gobernado por demonios, donde los humanos sobrevivían no por poder o riqueza, sino por el valor de su sangre, la oscuridad reinaba en cada rincón. Las almas se perdían con facilidad en un ciclo int...
Nosotros, como seres humanos, nos vemos obligados a tomar decisiones por personas que amamos, pero a veces llegamos a arrepentirnos de esas decisiones, y más cuando el destino para uno mismo termina siendo el peor de todos.
En eso es donde entra mi desastroso destino, no fui llevada a la celda que se supone que llevan a todos los RT, mi caso fue tan impactante que decidieron tomarme como experimentos llevándome así a su laboratorio para hacer pruebas y análisis con mi cuerpo y sangre, ya que, para ellos algo de especial debí tener para ser del agrado de un demonio y más del rango al que pertenece Azael Harcourt.
Manteniéndome atada a una cama de sábanas blancas, a cada nada vienen y me inyectan con cosas extrañas para así dormirme y poder hacer lo que quieran sin que yo de pelea, aunque ya a estas alturas, no necesitan la inyección, ya que mi cuerpo está demasiado débil por toda la sangre que me han sacado. Siempre que despierto escucho como hablan a mi alrededor, pero casi no le pongo atención, de lo poco que si me llamo la atención, fue que un demonio se vendió dando información importante el cual han usado para crear armas, armas que si pueden lastimar a los demonios, pero todo quedó a medias, ya que… No sé, no escuché más, supongo que el demonio se arrepintió y huyó, es lo más probable.
Ahí están de nuevo, vienen hacia mí con esas agujas que duelen cada vez más, el dolor es mucho, pero ya ni siquiera siento pánico. Hubiera deseado que Azael me matará en el proceso, así no tendría que pasar por esto.
—¿Cómo va todo? —pregunta el hombre de edad avanzada que se encargó de traerme a esta pesadilla.
—Nada bien, dos semanas en esto y no hay nada fuera de lo normal. Su sangre es igual a la de un RT normal, no tiene ninguna cualidad que la haga especial a los otros, yo diría que solo es bonita. —sus palabras me ofenden la verdad, pero, estoy tan mareada que me llama más la atención los arcoíris en mi cabeza que lo que sea que tengan que decir.
—Habla con ella, algo tiene que saber de su amorío con ese demonio. —se mueve hacia la puesta de la habitación.
—Si esto sale bien, podremos acabar con ese imperio de porquería y, ser los nuevos al poder, que lo seremos. —sale y la doctora me mira a mí para acercarse.
—Hola. —dice mientras se sienta a mi lado en la cama, solo la miro, no respondo.
Es una mujer de mínimo treinta años, tiene un corte de cabello hasta la mitad del cuello, es rubia y debido al mareo no logró ver bien su color de ojos, pero parecen ser negros; lleva lentes negros y la típica bata de científica.
—¿Cómo te sientes?
—¿Cómo cree usted? —la miro, es una pregunta estúpida la que me hace.
—Bueno, estás respirando, así que no estás tan mal.
—Es fácil para usted decirlo cuando usted está ahí y yo aquí, atada a esta cama como si de un animal se tratara. —guarda silencio por un momento.
—Entiendo que estás enojada, pero…
—No estoy enojada. —la interrumpo, me jode que quieran saberlo todo.
—Al fin y al cabo, ya me terminó de dar igual, estoy jodida de todos modos.
Miento, porque si duele, me duele el hecho de que mi vida nunca tome el rumbo que se debe tomar, que me lleve a la paz.
—Eres un ser humano, así que no trates de actuar como si no sintieras porque sí sientes. —me quita el mechón de cabello de la frente.
—Sé cómo te sientes, pero si me dices lo que sabes de ese demonio, todo esto acabará para ti, los acabaremos a ellos y tú serás libre, al igual que los que son como tú. —no respondo, no hay nada que sepa que les pueda ayudar, y aunque lo supiera, no hablaría. Ellos son iguales o peores que los demonios, porque usar a un ser humano como si fueran objetos no tiene comparación.
Cómo dijo Albert Einstein: «el ser humano creó la bomba atómica, pero un ratón nunca crearía una trampa para ratones»
El ser humano es su propio enemigo y se hace daño entre sí. Los demonios, por más hijos de puta que sean, no se matan a menos que no sea necesario y eso es la diferencia de por qué siempre van a un paso por encima de nosotros.
—No sé nada, solo lo he visto tres veces y no es como que hablemos cuando nos vemos. —ella suspira y saca la jeringa con más de ese líquido que me pone a dormir y me deja mareada.
—Podrias evitar este mal momento con tu cooperación.
—Ya le dije lo que sé, así que haga lo que tenga que hacer. —y no miento, no sé nada de lo que ella no sepa ya sobre los demonios.
Suspira y se acerca a mi brazo, clavando la aguja fría en mi piel, perforando en las venas azules.
—Buenas noches. Se alejó de mi cama y antes de que pudiera caminar más de tres pasos, yo ya había caído por el efecto del sedante.
•••
Cómo siempre, me duele todo cada vez que me levanto de esa dosis de sedantes diarios que me dan, me empiezo a preguntar, ¿tanto sedante no será dañino para el cuerpo? supongo que sí, porque como dijo la madre superior, todo en exceso hace daño, y esto no es la excepción, ya que mi cuerpo se siente diferente ya.
La doctora se da cuenta de que ya estoy consciente y se acerca.
—¿Cómo te sientes?
—Seguimos haciendo preguntas estúpidas. —suspiro mientras dejo de mirarla.
¿Es normal que todo me dé vueltas?
—Te tengo noticias. —me ignora y pasa por mi lado mientras se detiene frente a una mesa donde hay sangre que parecía estar congelada. La sangre siempre me ha dado algo de inquietud donde la veo, irónico para alguien como yo, que siempre se le anda lidiado con la sangre de diferentes maneras.
—Irás a ver a nuestro cabecilla. —levanté una ceja confusa.
—Pensé que el cabecilla era el viejo canoso. —me fulmina con la mirada.
—Ten más respeto, ese hombre tiene estatus y aquí lo respetas. —me valen sus amenazas, siempre se me enseñó a respetar, pero ellos no se lo merecen.
—Nunca tendré, respeto a quien que mató a mi familia, lo siento pero no. —no dijo nada más y simplemente me dejó allí tendida mientras va a la puerta y hace pasar a un grupo de cuatro mujeres con la misma ropa. No sabía qué estaba pasando, pero nada bueno debía de ser.
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