DISTANCIA - PEDRI

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Hace casi dos semanas que volví a Canarias, en breves tendré que volver a Barcelona para los entrenamientos. No podré participar mucho, pero podré hacer la recuperación de la lesión allí, rodeado de mis compañeros y en el fisio del club.

—Vuelve a la tierra —me grita mi hermano salpicándome —, vives en las nubes.

—Imbécil —replico lanzándole agua.

Es el último día que podemos venir a la playa, mañana ya tendré que prepararme la maleta, despedirme de la familia y en dos días volaré hasta la ciudad Condal.

Antes de que pueda darme cuenta, corre hasta mí y me coge fuerte para lanzarme.

—¡Cuidado con la rodilla! —me quejo antes de sentir que estoy en el aire, me tapo la nariz y caigo de golpe sobre el agua.

Saco la cabeza para tomar aire y no puedo evitar reírme, echaba de menos este tiempo con él.

—Os echaba de menos —le digo cuando quedo a su lado.

—Llevas diciéndolo dos semanas, ¿tan mal lo pasas en Barcelona?

—No, pero aun así os echo de menos —le doy un codazo.

—¿Quieres hablarlo ya? —pregunta por enésima vez desde que llegué a Canarias.

—No —sigue siendo mi respuesta.

Desde que llegué, mi hermano sabe que me pasa algo pero he evitado la conversación hasta la saciedad. Quedé con mi grupo de amigos y amigas para celebrar la copa y que iba a pasar aquí unas semanas, he estado con la agenda completamente llena y no he querido pensarlo. No he tenido tiempo y no quiero que en los dos últimos días que voy a pasar en la isla se amarguen por culpa de Unai. Me niego. He silenciado su nombre de todas las redes sociales, no he querido leer nada sobre él. Doy gracias que no tiene redes y no he tenido que bloquearle de ahí.

—¿Vamos para casa?

—Sí —respondo cansado.

Salimos sin decir nada más del agua y maldigo en silencio a mi hermano por haber vuelto a preguntarme por el tema. He estado bien estos días, me lo he pasado genial. He disfrutado de mi familia cuando nos hemos reunido a comer o cenar, los momentos de playa y los ratos donde nos hemos juntado con los vecinos. También he desconectado estando con mis amigos, saliendo a alguna discoteca que no pisaba desde hacía tiempo y en alguna cala perdida que mantenemos en secreto para que no nos destrocen el lugar los turistas.

Pasamos por la ducha de la playa para deshacernos de la sal y la arena, aunque el calor pega fuerte, el agua me deja congelado en cuanto toca mi piel. Me doy prisa en terminar y caminamos hasta el coche. Seguimos en silencio, no hemos vuelto a decir nada más y me tortura más esto que ponerme hablar.

—Está bien —suelto al subirnos al coche —, hablemos —suspiro y mi hermano me mira —. ¿Qué quieres saber?

—¿Qué te pasa para querer el tiempo tan ocupado? Siempre has querido descansos, que sentarte a ver una serie o estar a solas un rato. Que no es malo querer soledad de vez en cuando, pero no has pedido ni una sola tregua en dos semanas, Pedri.

—Llevaba mucho sin venir y, joder, me he pasado un mes en Alemania, normal que quiera estar con gente, ¿no?

—Eso o quieres evitar pensar en algo, y voto más por eso.

Suspiro y no respondo, le hago un gesto hacia la llave del coche para que arranque y me entiende sin que tenga que verbalizarlo.

—Las redes volvieron a sacar cosas de contexto y ya no sé gestionarlo —miento.

Amor de vestuario UNAI SIMON/PEDRIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora