FIESTA EN CASA - UNAI

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Cuando me separo un par de milímetros de Pedri el mundo vuelve a girar y ambos caemos en una realidad donde están muchos de sus compañeros, los cuales no tienen ni idea de que esto es lo que realmente ocurre entre nosotros dos.

Me quedo mirándole a él a los ojos, esperando ver cuál es su reacción pero creo que estamos igual de paralizados. Dijimos que esto no nos vendría grande, pero no habíamos caído en la papeleta que es tener que explicar esto a tanta gente... joder, la hemos liado.

—Un aplauso para esta pareja que está enamorada —obviamente es Gavi quien lo suelta y yo no puedo evitar reírme.

No me atrevo a quitarle la mirada de encima a Pedri mientras escuchamos algunos de los aplausos, me río y él también. Me abraza ocultando su cara en mi pecho y decido ser el primero en mirar las caras de la gente después de esto... no es nada malo, lo sé, pero puede sorprenderles que él y yo estemos juntos.

—Me debes cincuenta pavos —le dice Fermín dándole un codazo a Ferrán.

—Luego te hago un bizum —dice con desgana —. ¿Desde cuándo estáis vosotros...? —me pregunta directamente.

La música sigue sonando pero parece que somos el centro de atención, únicamente Gavi sigue en su mundo y el resto está pidiendo explicaciones. Miro a nuestro confidente, quien deja el vaso en la mesa y viene a nuestro lado.

—A ver —comienza a decir Gavi y Pedri se separa de mí para mirarle frunciendo el ceño sin entender nada —, yo os puedo explicar esto —se aclara la voz —. Son cosas que pasan, ya está.

—En Alemania comenzó todo —dice Pedri interrumpiendo a su amigo —, al llegar a Madrid nos distanciamos por... —suspira —por cosas que no vienen al caso, y hasta ayer que vino a Barcelona —dice señalándome.

—Genial, ¿y ahora qué? —pregunta Sergi.

—¿Cómo que ahora qué? —pregunto extrañado.

—Si lo vuestro sale a la luz, seguramente duden de todo lo que ocurra en un partido donde juguéis los dos, ¿sois conscientes de ello? Sé que sois profesionales pero las cosas no son tan fáciles.

—Tampoco creo que tenga que ser tan difícil —responde Pedri —, ¿por qué se tendría que poner en duda...

—Porque cualquier excusa es buena para decir que un equipo u otro ha salido favorecido, ¿o crees que si tú le marcas un gol al Athletic no van a dudar de que Unai lo ha dejado pasar?

—No sería el primero que...

—Pero sí el primero después de saber de esta relación.

Se hace el silencio en el salón y quiero retroceder en el tiempo y no besarle. Siento que todo esto está siendo mi culpa, no debería... no, no es nuestra culpa. No tiene porqué terminar siendo algo malo todo esto.

—Si la liga no lo sabe, ¿por qué sería un problema? —pregunto enfadándome un poco más.

—¿Pensáis ocultar...?

—Sí —me sigue Pedri —, pero creo que en con gente que considero familia estoy en confianza de hacer lo que quiera, ¿no? Puedo confiar en que no contaréis nada.

—No diremos nada si no quieres —añade Fermín —, pero tú si me das mis cincuenta pavos.

Todos nos reímos ante su insistencia y la tensión que Pedri acumulaba en su cuerpo desaparece, haciendo así que la mía también se esfume. Pero no es suficiente, sigue nervioso y sus manos tiemblan.

—Continuemos con la fiesta —sentencia Gavi.

—¿Estás bien? —pregunto cuando todo el mundo vuelve a hablar, a quitarnos del centro de atención o, como mínimo, apartar sus miradas de nosotros.

Niega, le cojo ambas manos y me mira a los ojos, los tiene llenos de lágrimas y sé que está a punto de derrumbarse pero que se contiene porque no está a solas.

—Vamos a la cocina —le obligo a seguirme.

Cierro la puerta cuando ambos entramos y se derrumba, se abraza a mí y llora sin miedo. Le rodeo con mis brazos y aprieto todo lo que puedo para que me sienta aquí, para que sepa que no pienso irme y que vamos a solucionar todos esos problemas que cree que tenemos.

—No sé —respira un poco y se separa de mí para intentar hablar —, no sé si esto saldrá bien.

—Yo sí lo sé —le seco unas cuantas lágrimas que bajan libres por sus mejillas —, saldrá bien porque es cosa de ti y de mí, no de lo que opine el resto, ¿vale?

—Vale.

—Vamos a respirar juntos, pasar lo que queda de noche bien y mañana, cuando te despiertes abrazado por mí, hablamos de cómo afrontar el resto de cosas, ¿de acuerdo?

—De acuerdo.

—Ven —susurro volviendo a abrazarle —. Poco a poco, ¿vale? poco a poco —repito.

Ninguno habíamos pensando todo esto. Me ha cegado la idea de estar con él sin tener en cuenta todo lo que implica. Ya sabía que no sería fácil, que a la gente le cuesta encajar una relación entre dos hombres y más en este mundo. Porque, aunque sean nuestros compañeros, algunas de las miradas que habían en el salón eran de juzgarnos más que de sorpresa.

Pero, a pesar de no haberlo pensando bien, quiero seguir besándole delante de quien sea, diciendo lo mucho que me gusta estar con él y quitar la estúpida idea de tener que ocultar que es lo que sentimos.

Quiero poder estar con él sin dar explicaciones porque, si el amor hay que explicarlo, ¿qué sentido tiene? Hay que vivirlo, sentirlo, demostrarlo... no hay que explicarlo para que sea aceptado. Quien no lo quiera aceptar es que no tiene ni puñetera idea del amor.

Porque esto, lo que estamos haciendo ahora mismo en este abrazo, en esta búsqueda de calma conjunta, es amor. Porque por estar sintiendo todo esto nadie tiene que poner en duda nuestra capacidad en el trabajo, la profesionalidad que demostremos en el campo no debería ser juzgada por esto que tenemos.

—Pedri —susurro, se separa levemente de mí y le miro a los ojos, todavía rojos de haber llorado. Me armo de valor y me atrevo a decirlo —, te quiero.

Sonríe y se muerde el labio, un escalofrío agradable me recorre el cuerpo y siento como si el alma quisiera estallar por no ser capaz de mantener tanto amor dentro.

—Te quiero, Unai.

Amor de vestuario UNAI SIMON/PEDRIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora