PARTIDO - UNAI

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Observo toda la primera parte sin darle mucha importancia a lo que va pasando, tampoco está siendo el mejor partido de la historia. Es más bien... aburrido. Sin más. Me fijo en mis compañeros y les envidio, es mejor ver todo esto desde ahí abajo, en el césped, el partido se ve diferente aunque no tenga ritmo.

Podría mentir y lo único que me preocupa es eso, pero no. No puedo seguir mintiéndome... me he puesto su camiseta apropósito para ver si me decía algo pero no lo ha hecho, me ha tratado como si nada y... joder, si es que tiene razones para hacerlo.

Me ha dolido que no quisiera hablar conmigo después, ¿ha sido en serio lo de que ha quedado con alguien después del partido? Por la forma de decirlo no es alguien cualquiera, debe ser... no sé ¿algo más? No debería de importarme, ¿no? Debería de alegrarme de que esté rehaciendo su vida pero he venido a hablar con él porque quiero que la haga conmigo. Supongo que David estaba equivocado y las oportunidades que teníamos se han agotado.

En el descanso, me meto en la parte del palco que queda cubierta y que tiene una pequeña barra donde nos sirven. Me pido una botella de agua para sofocar el calor que sigue haciendo a estas horas a finales de agosto, le doy vueltas al tapón y por un momento dudo si jugar a cara o cruz con él para decidir si hablo con Pedri o no.

Suena el pitido que da inicio a la segunda parte y me asomo por la ventana para ver el inicio, el Barça le roba el balón al Athetic y Lamine la pasa a su compañero, y la posesión les dura poco cuando Vivian interviene y Pedri acaba volando, cayendo al suelo en un golpe seco. El árbitro saca la tarjeta roja directa y veo como salen corriendo los asistentes. Ha sido fuerte.

Dejo la botella en una de las mesas y bajo lo más rápido que puedo hasta el túnel de vestuarios, supongo que irán allí para atenderle en la enfermería. Escucho los aplausos, suelen hacerlo cuando se llevan al jugador en la camilla.

Me quedo esperando a que llegue y tiene sus brazos sobre la cara, la entrada ha sido dura y debe de estar doliéndole como un infierno.

—¿Cómo estás? —pregunto cuando llegan a mi altura y camino al lado de la camilla hasta la enfermería.

—Jodido —se queja sin apartarse las manos, por su voz diría que está llorando y no es algo que me extrañe.

Llegamos hasta la enfermería y le tumban en la cama que tienen, el médico del equipo se centra en la pierna y la expresión de dolor cada vez que le toca va en aumento.

—¿Quieres que...?

—Preferiría que te vayas —suelta sin dejarme terminar y mi cuerpo se queda paralizado.

—Está bien, cualquier cosa, llámame —le tiendo mi mano para chocarla, y me resulta extraño que sus besos me han acompañado en la ducha y lo que quiero ahora es cuidarle.

—Voy a avisar para trasladarte, ¿vale? —asiente y el médico sale de la sala.

—Igual que llamaste tú, ¿no? —responde chocándome la mano.

—Pedri...

—Ni se te ocurra, Unai —me suelta la mano —. Vete.

—¿Cómo estás? —pregunta un chico que va directo al otro lado de él y le da un beso en la frente —. Perdón.

—Tranquilo, hay confianza —le responde él, quien le ofrece su mano y la coge con cariño.Duele.

Supongo que es su cita de después, tenía razón y a mí se me han terminado las oportunidades...

—Me marcho ya, recupérate —ni si quiera sé que decir, yo venía a... no sé.

—Tú también —su mirada es borde y con dolor, pero no por el físico.

Salgo de aquí derrotado. Se escucha al estadio gritar por algún gol que prefiero no conocer. Salgo y paro el primer taxi que pasa por la puerta, el señor me reconoce y trato de fingir estar bien, parecer alegre e inventarme la primera excusa que se me pasa por la cabeza para haberme escapado antes de tiempo del partido.

Tenía que haberle llamado, escrito o mandado señales de humo, pero el miedo paraliza a cualquiera. Me siento imbécil pro haber perdido la oportunidad, pero se merece a alguien que sea capaz de arriesgarse y yo no lo he sido. Yo no soy la persona indicada.

Me marcho de allí sabiendo que se ha vuelto a lesionar, que está haciendo su vida y que yo llego tarde para formar parte de ella. 



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Nota autora

Comienzo a pensar que sí debería pagaros el psicólogo.

Amor de vestuario UNAI SIMON/PEDRIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora