PARTIDO - PEDRI

799 57 36
                                    

Durante todo este tiempo he seguido haciendo mi vida. Recuperación para la rodilla y entrenando para no perder la forma física. Hace dos semanas me dieron el alta y esta, aunque puede que sea pronto, vuelvo a jugar. Es un tanto irónico que el partido en el que vuelva sea contra el Athletic... pero no está Unai en portería, su operación le deja fuera del campo bastantes meses y, será egoísta, pero lo agradezco para poder seguir avanzando.

Estas semanas he aprovechado para no pensar en él, hacer mi vida por Barcelona y quedar con la gente del club para ponernos al día. Estoy haciendo lo mismo que cuando volvimos de la eliminación hace tres años y tuve que olvidarle, aunque fue más fácil cuando no sabía como eran sus besos.

—¿Listo? —pregunta a la salida del vestuario Lamine.

—Siempre —respondo y ambos nos reímos.

—¿Qué haces aquí? —pregunta alguien del Athletic, pregunta Iñaki volviendo a entrar a su vestuario.

Ignoro las ganas que tengo de curiosear y vuelvo a girarme a mi compañero. Nos ponemos en fila en el túnel de vestuarios para organizar la salida al campo.

—¡Ánimo! Os veré desde la grada —claro que es él. Es imposible no reconocer esa voz.

—¡Ey! —Lamine se gira y va a saludarle.

Me giro por fuerza mayor y ahí está, con una muñequera puesta, su sonrisa bajo la barba y vestido con un pantalón de chándal y esa camiseta que se quedó mía. ¿Es algún tipo de broma esto? Se abrazan entre ellos y luego es Ferrán quien le saluda, me quedo observándola escena hasta que sus ojos se cruzan con los míos y esa sensación que creía haber matado a base de ignorarla ha vuelto.

—¡Hola! — se acerca a saludarme y me da un abrazo.

Le respondo igual, aunque sin intensidad, con ganas de que esto termine rápido y salgamos a jugar. Necesito concentrarme.

—¿Hablamos luego? —pregunta susurrando.

—He quedado con alguien—me separo de él y su sonrisa ahí sigue pero frunce el ceño sin entenderlo, o sin querer entenderlo.

Hace dos semanas conocí a alguien y quiero darle una oportunidad sin tener a Unai rondando. Es una buena persona, hemos hablado mucho por mensaje y nos hemos visto un par de veces, no ha pasado nada entre nosotros pero sí podría llegar a pasar y, si lo hiciera, creo que no sería nada malo. Pero para eso necesito que primero desaparezca él, creía que no nos veríamos hasta el partido de vuelta y tenía la esperanza de que para entonces mi corazón hubiera sanado ya.

—¿Cómo lo llevas? —le pregunta uno de mis compañeros dándole un par de palmadas en la espalda.

Mentiría si digo que no me interesa la respuesta pero no da tiempo a que la diga, nos piden que nos coloquemos para saltar al campo y ambos equipos lo hacemos. No le digo nada. No me despido, pero su mirada sigue clavada en mí, o puede que sean imaginaciones mías porque me gustaría que fuera así. No lo sé. Sé que siento que sigue ahí, pero no quiero girarme a comprobarlo. No quiero que esté aquí.

Salimos al campo y entro pisando con el pie derecho como hacemos muchos que tenemos supersticiones con este tema. La verdad no sé si es porque me lo creo o porque la mayoría de mis ídolos lo hacen. Nos colocamos en línea para escuchar ambos himnos y evito pensar que está sentado en la grada, que va a ver todo el partido en el campo y que quiero pedir ya el cambio para salir corriendo de aquí antes de... antes de que las ganas de hablar con él superen a las de ignorarle.

Los primeros cuarenta y cinco minutos avanzan sin ningún cambio, alguna falta sin importancia y ningún gol. Pierdo un par de veces el balón y otras hago un mal pase, no estor centrado del todo pero espero que el entrenador no le dé demasiada importancia, quiero seguir jugando. Tengo mono de hacerlo.

—¿Seguro que estás bien? —me pregunta Ferran durante el descanso en susurros —, esas pérdidas han sido...

—Estoy bien, llevo meses sin jugar, pero ya estoy centrado.

—De acuerdo.

No dice nada más, volvemos a saltar al campo para la segunda parte y ahí todo se complica. Nos marcan el primer gol y sus ánimos se hacen más fuertes, aunque nuestra forma de jugar se endurece, cosa que responden igual. Minutos después logramos el empate y, tras sacar el balón de centro, se lo robamos, en mitad del ataque termino volando por los aires, cayendo al suelo en un golpe seco y siendo incapaz de moverme por el dolor.



---------

Nota autora

Esta vez podría hacerme cargo de los pañuelos, pero no del psicólogo.

Amor de vestuario UNAI SIMON/PEDRIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora