SUPERCOPA - PEDRI

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Cuando Unai se marchó, acordamos vernos dos semanas después, cosa que se cumplió. Durante este tiempo, la mayoría de veces ha tenido que venir él a Barcelona porque la rodilla, le dije que no suponía un problema, pero insistió. Poco antes de Navidad me dieron el alta y viajé a canarias para estar con mi familia. Después de año nuevo, me convocaron para mi primer partido.

Con los entrenamiento y demás, ha sido más complicado vernos, pero este fin de semana nuestros equipos se han vuelto nuevamente rivales y jugamos la semifinal de la supercopa de España.

—Volvemos a vernos —dice Gavi cuando se acerca a saludar el Athletic y nos cruzamos con Unai, quien nos ofrece la mano y un rápido abrazo como siempre —, ¿cómo lo llevas? —pregunta refiriéndose a la mano.

—Recuperándome, todavía me queda uno tiempo con rehabilitación y demás.

Yo no digo nada, solo le sonrío y me guardo las ganas que tengo de besarle. Hace dos semanas que no nos vemos y esto se me está haciendo bastante complicado. Vuelve a chocarnos la mano y a abrazarnos para continuar saludando.

—Luego nos vemos —me susurra al oído y la piel se me eriza por completo.

***

Estoy nervioso, ya he jugado varios partidos y me encuentro en forma, pero este es el primero en el que vuelvo a ser titular. Aun encima es contra el equipo con el que me lesioné la última vez y eso me agita un poco más.

—Tío —se acerca Vivian —, perdona lo de la última vez.

—Todo olvidado —me lesioné por una entrada de él.

—De verdad, me pasé, intenté hablar contigo pero...

—De verdad —le ofrezco mi mano para dar el tema por zanjado —, está todo olvidado.

Acepta mi mano y se acerca a mí para terminar con medio abrazo. Mi interior tiembla porque todavía recuerdo la sensación de volar por los aires y el dolor que sentí al tocar el suelo, creo que nunca antes me había dolido tanto una lesión. Por suerte ya estoy recuperado, es lo que trato de recordarme constantemente mientras miro al frente, espero que den autorización para salir al campo y que mi mente se centre únicamente en el partido.

Hoy han obligado a Unai a subir directamente al palco, no puede pasar a saludar por aquí antes del partido y en verdad lo agradezco bastante. Estoy nervioso y si tuviera uno de mis lugares seguro cerca pero sin poder esconderme en él, creo que me pondría todavía más nervioso.

—¿Listos? —pregunta nuestro capitán y asentimos respondiendo todo al unísono que sí.

Saltamos ambos equipos al campo y cualquier tipo de duda o miedo se disipa en cuanto veo la cantidad de gente que hay en las gradas, y me invade esa sensación que no sé describir. Es como volver a casa después de mucho tiempo fuera. No. No es lo mismo volver a jugar saliendo desde el banquillo que desde el túnel de vestuarios.

Todo vibra a nuestro alrededor y solo parece que pare todo cuando nos colocamos para escuchar los himnos. Cosa que hacemos mientras las aficiones hacen que suene todavía más alto.

El partido comienza y damos el máximo, se trata de una semifinal y los nervios de clasificarnos no los sentía desde que estaba jugando con la selección.

En el minuto veinte marcamos el primero gol, y en el treinta soy el encargado de meter el segundo. Lo celebro como nunca. Lamine me abraza, ha sido el encargado de darme el pase, Sergi casi me tira al suelo al venir a celebrarlo y la esquina de nuestra afición se anima todavía más.

Nos vamos al descanso con la emoción de unos críos, con los ánimos por las nubes y con ganas de continuar la segunda parte con el mismo ritmo. Gavi salta sobre mi espalda antes de entrar al túnel de vestuarios y sigue celebrando el gol que he marcado.

—Así me gusta ¡Vamos!

El Athletic tiene cara de cansancio, de estar devastado y su capitán trata de motivarlos cuando bajamos a los vestuarios. Se escuchan los gritos de ánimo y poco a poco se siguen las voces.

—Ha sido un golazo —me dice Unai cuando vuelvo a cruzármelo por el pasillo, ha debido bajar a ver la motivación de su equipo —, yo tampoco habría podido pararlo.

—Gracias —es lo único que puedo decirle ahora mismo, porque si me quedo mirándole dos segundos más, tal vez me lance a besarle y no es un buen lugar.

Antes de que pueda meterme en el vestuario, me arrastra hasta un cuarto de servicio que hay entre ambos y cierra la puerta. Le miro desconcertado y me besa con tanta intensidad que se me hace corto en cuanto se separa de mí.

—No —le digo cuando veo que va a abrir la puerta de nuevo —, un poco más.

Me sonríe con picardía y vuelvo a besarle con intensidad, con la emoción que me recorre el cuerpo desde que he saltado al campo y lo suelto todo en nuestro beso. Haber vuelto, que él esté aquí, celebrar un gol y dedicárselo sin que nadie más lo sepa... eso es todo lo que está ocurriendo en nuestro puto mundo y nadie más es consciente.

—Te van a echar en falta —dice al separarse de mí, apoyando su frente en la espalda.

—Y yo a ti estas semanas, pero me he aguantado hasta ahora.

Se ríe y me da un beso rápido, se separa de mí y mi cuerpo vuelve a reclamar que se acerque pero Unai tiene razón y debería volver con mi equipo.

—No metas más goles —me susurra antes de salir.

—¿Por qué? —le pregunto con el ceño fruncido.

—Porque como me pillen celebrando un gol del contrario seguro que me echan.

Y sonrío. Sonrío tanto que no soy capaz de esconder esa sonrisa ni cuando entro al vestuario con el resto de mis compañeros. El míster me mira enfadado y le pido unas disculpas silenciosas con un gesto.

—Mira que echas polvos rápidos —me dice Gavi cuando nos preparamos para salir de vueltas —, espero que te haya motivado para otro gol.

—Nosotros no... —intento decírselo pero no puedo porque la risa nos invade.

—Ya, ya, siempre no pero mira...

—¿Listos? —pregunta Ferrán.

—Siempre —respondemos al unísonos mi amigo y yo.

Saltamos de nuevo al campo y la segunda parte es más complicada, siento que seguimos siendo superiores pero el Athletic lo pone más difícil que antes, algo que realmente me gusta. El gol se complicada un poco más, pero Lamine termina por mandar la pelota al fondo de la red en el 67. Después del tres cero, los ánimos del rival parece que descienden un poco más, pero siguen luchando.

El pitido final llega cuando no lo espero, no me había dado cuenta que estábamos ya en este punto y me pilla de sorpresa. Creía que no me dejarían jugar el partido entero pero sí. En el vestuario celebramos la clasificación para la final. Cuando se va calmando el ambiente, cojo el móvil para escribirle un mensaje a Unai, pero me sorprendo al ver que él ya se ha encargado de escribirme.

"Me marcho al hotel, estoy algo cansado del viaje y supongo que tú lo celebrarás con tu equipo. Nos vemos cuando vuelvas de la final."

"¿No te quedas a verla si quiera?"

"No"

"¿Por qué? Me haría ilusión..."

"Pedri, hablamos cuando vuelvas"

Desaparece su 'en línea' y yo no respondo. Me quedo con el móvil entre las manos sin saber muy bien que hacer, y solo vuelvo a sentirme en tierra cuando uno de mis compañeros me coge por los hombros y me obliga a ponerme de pie para seguir celebrándolo.

¿Qué ha pasado desde el beso del descanso a ahora para no querer que nos veamos? ¿Es porque ha ganado mi equipo y no el suyo? ¿Así va a funcionar esto ahora? ¿La rivalidad va a estar por encima de nosotros?

Amor de vestuario UNAI SIMON/PEDRIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora