Mucho se habla de los destinos peores a la muerte.
Es un tropo de película, cualquiera puede señalar al menos uno. Por ejemplo, podrías luchar en una guerra mundial y ver cómo tu escuadrón completo es balaceado ante tus ojos... eso es peor que recibir la bala uno mismo, ¿o no?
O digamos que tuviste un accidente terrible, uno que te dejó fracturado e inmóvil... mas no del todo muerto. Quizás estés en estado vegetativo y, seamos honestos, eso ya es mucho peor. O quién sabe, podrías ser víctima de una lobotomía a manos de la retorcida enfermera «Ratched» y jamás volver a ser el mismo; tu autonomía robada como si nada.
Los ejemplos sobran, basta con ir al cine para encontrarlos. O con mirar las noticias. Viéndolo así, a lo mejor se debía a que por 18 años no fui más que un chico ansioso con una huella social de dos amigos... pero me gustaría agregar uno nuevo a la lista. Otro destino peor que la muerte.
Aunque para eso debemos retroceder; o mejor dicho, soy yo quien deberá regresar. Así que busquen su asiento y permítanme reproducir el rollo de la memoria.
...Todo comenzó con una carta.
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—Algo ha de tener el desayuno que te hago. En serio, te quedas atrapado sin falta en tu cabeza cada mañana —papá intervino—. Vas tarde, ¿traigo un valde con agua o tú te despabilas solo?
Casi casi escupía los panqueques ya triturados en mi boca... mierda.
—Está bien, sí, adiós —me paré de sopetón—. Delicioso desayuno, por cierto.
—Ey, Jack, con calma. Y no causes muchos problemas...
—¡No haré tales promesas! —bromeé de un grito, ya afuera para tomar de mi bicicleta y emprender en ruta.
Bien, estaría chingón decirles que en realidad era un rebelde alocado que se pintaba clases por las mañanas y bebía a lo desquiciado por las noches... pero ya de una vez hubiera jurado llevar la vida más dolorosamente aburrida. Era mundana a morir.
Olvídense de la parte de beber, ni siquiera me había saltado una sola clase. Y era de último año. Hablo en serio, mantenía un sello dorado de asistencia en mi currículum académico; no que me gustara presumirlo.
Ah, por cierto, alguien me acababa de empujar fuera de la bicicleta... casual. Solía ocurrir, en verdad. Nada de qué preocuparse; de por sí ya había llegado a la escuela.
Ahora, ¿quién habrá sido el culpable de mi tragedia mañanera? Damas, caballeros y aquellos en el medio, prepárense pues la respuesta podría sorprenderlos...
Mentía, por supuesto. Para sorpresa de absolutamente nadie, era él otra vez. Nathan Parks... diría que se trataba de mi archienemigo jurado, pero eso le otorgaría un nivel de relevancia que para nada merecía.
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Para: Jack
RomanceEl último año de preparatoria ya era bastante difícil para un adolescente gay socialmente torpe; a esto añádele la repentina afluencia de cartas misteriosas en su casillero que lo amenazan con mantenerse alejado de su mejor amigo, y tienes la receta...