Capítulo Dieciséis 〜 Primicia mortal

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Ahí lo veía

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Ahí lo veía. Justo ante mí.

La imagen de Nathan sosteniéndome por el cuello pareció cobrar vida. Esos ojos lujuriosos junto al entrecejo fruncido, esas venas abultadas en su brazo contundente... todo regresó.

Y casi tan pronto como apareció, una visión alterna había tomado su lugar. Ahora me mostraba tirado al suelo, en posición fetal al tiempo que el rubio pendía sobre mí al arrojarme patadas despiadadas.

Me tensé de pies a cabeza. Escalofríos recorrían mi sistema mientras revivía el momento y sentía la familiaridad de cada puto golpe. Pero la peor parte fue el odio propio que venía con ello; ese odio me pateaba con una reciedumbre semejante a la de Nathan.

Despreciaba este sentimiento. Despreciaba ser tan débil, tan inútil como para defenderme. Y no importaba cuánto me esforzase por ocultar mi temor, siempre resultaba ser en vano. Era patético.

Así que me quedé allí, inmovilizado; esperaría inerme a que la recreación de aquella noche empeorara con el paso del tiempo.

—¡Jack! —la escuché gritar de repente. Exhalé con fuerza... mi mente estaba devuelta.

—Mierda, amigo, ¿te sientes bien? Te ves más pálido que de costumbre —Hailey se puso frente a mí para palparme la frente y asegurarse de que no estuviese al borde de una hipotermia.

—Estoy bien, Hails. Solo tuve déjà vu, creo —sonreí a medias—. No tienes que estar aquí, ¿sabes? Puedes irte a casa, no es gran cosa...

—¿Y perderme los primeros pasos de mi mejor amigo en su carrera como actor? —replicó, su mano en el pecho como si la mera sugerencia le doliese—. Olvídalo.

Hailey tuvo la brillante idea de unírseme a mí y a Sandra en el auditorio tan pronto como se enteró de la reunión de teatro. No sabía si los actores aquí esperaban que actuara o algo por el estilo, pero si lo hacían, seguramente terminaría haciendo el ridículo.

El escenario necesitaba mantenimiento severo, con una cortina rasgada y unos cuantos agujeros por la plataforma de madera que sin duda calificarían como riesgos de seguridad. Y mirando al escenario, un número terriblemente limitado de sillas plegables para la audiencia. Aunque, bueno, no es como si hubiera mucha audiencia por satisfacer...

Uno pensaría que la escuela ya habría reparado tan siquiera uno de los agujeros, mas no, todo parecía al borde del colapso. Pero no fuera un equipo deportivo, porque a esos sí que les arrojaban cada centavo de los fondos escolares.

—Compañeros nerds del drama, ¡atención! —vociferó William, parándose justo delante de nosotros—. Introduciendo a la futura estrella de Broadway, ¡el apuesto, Jack Hernández!

Como si lo hubiese ensayado, se deslizó rápidamente hacia Sandra antes de proceder con la misma voz de anfitrión de programa de juegos.

—Y a su izquierda, denle una calurosa bienvenida a la única, la...—frunció bruscamente los labios y se acercó a Sandra para susurrarle en discreción—. Lo siento, cariño, ¿cómo te llamas?

Para: JackDonde viven las historias. Descúbrelo ahora