Veinticuatro horas más tarde y mis pensamientos todavía rotaban en torno a una persona. Su piel morena sedosa, cuerpo envidiable y una confianza a la altura.
Leonardo Andrade.
Parecía tan indiferente, el tipo que se dejaba llevar por la corriente. Era de esperarse que las sirenas de alarma tardaran en encenderse.
Estaba interesado, eso era claro. Incluso admitió haberme echado el ojo por un tiempo. Las pistas simplemente llegaban en masa, seguía reuniendo sospechosos como si de un coleccionista en serie se tratase.
No obstante, la crème de la crème del expediente de Leonardo fueron sus últimas palabras, aquellas que aún rumiaban por mi cabeza. Esas palabras y su guiño casual parecían ir de la mano.
«Creo que te vendría bien si hablas con alguien que sea más... como tú»
Toda la evidencia estaba ahí, trayéndome al abismo que era mi propia mente turbulenta. Como un tablero del crimen repleto de caras de posibles malhechores, el perfil de Leonardo tenía un único hilo que conducía a la carta más reciente.
«Estarás con alguien más parecido a ti, alguien que en verdad te entienda...»
Esas letras cursivas estaban taladradas en mi cerebro; me rendían ansioso por correlacionar hilos rojos con su rostro. ¿Qué quiso decir con eso? ¿Realmente hablaba de mi ascendencia latina? ¿Ese era el punto?
¿En verdad le gustaba tanto?
Al igual que con cualquiera de mis sospechosos, cuanto más pensaba en ello, más se desmoronaba el fuerte de pistas aparentemente perfectas. No era posible. No él.
Me detuve de golpe cuando llegué al vestuario de fútbol americano, girándome para ver a mi mejor amiga.
—Realmente no tienes que hacer esto, es bastante tarde.
—Tonterías —dijo Hailey—. Eres un idiota si crees que te dejaré entrar a ese lugar sin hacer guardia. Hay pura masculinidad tóxica ahí dentro, asegúrate de gritar si pasa algo.
Dios, ¿me merecía siquiera a esta chica?
Tan pronto como le conté mi estúpido plan de encontrarme con Hunter después de su entrenamiento, Hailey se ofreció como voluntaria para mantenerme a salvo. Como siempre.
Lo cual, por cierto, ni siquiera puedo empezar a describir lo apreciado que es. Estaba aterrorizado de que Nathan me atacara allí dentro. Diablos, ni siquiera quería presenciar su maldita cara. Pero me moría por ver a Hunter y enmendar las cosas con él. Solo habían pasado unos días pero se sentían como una década de miradas anhelantes y llamadas perdidas.
Y si éramos lo suficientemente testarudos como para no enviarnos mensajes, entonces lo encontraría cara a cara. Sería más difícil para él simplemente ignorarme de esa manera.
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Para: Jack
RomanceEl último año de preparatoria ya era bastante difícil para un adolescente gay socialmente torpe; a esto añádele la repentina afluencia de cartas misteriosas en su casillero que lo amenazan con mantenerse alejado de su mejor amigo, y tienes la receta...