Capítulo Once 〜 Un puto demonio homofóbico

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Ahora, he visto a Nathan mirarme enojado antes, y siempre he tratado de actuar indiferente ante él

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Ahora, he visto a Nathan mirarme enojado antes, y siempre he tratado de actuar indiferente ante él. Un intento por esconder cuánto le temía en realidad. Pero maldita sea, si la imagen ante mí no era la de un demonio homofóbico, no sé qué era.

Me obligué a descongelarme del pánico con tal de salir corriendo lo antes posible, porque al parecer valoraba más mi vida que mi orgullo. Algo que no habría averiguado sin antes verle los ojos al diablo.

Pero al darme la vuelta, tan solo pude quedar tieso en lo que una mano grande cerraba la puerta de un golpetazo justo por encima de mi cabeza. Quedé atrapado en este maldito lugar oscuro repleto de latas. Latas que apestaban. Si de por si no aguantaba la mirada satánica de Nathan, mucho menos el olor nauseabundo infestado en cada rincón.

¿Todos los jugadores de fútbol eran así de rápidos o qué carajos come este tipo? En serio, podría haber jurado que estaba a una distancia razonable de mí.

—¿Te vas tan pronto, Hernández? Aw, vamos, divirtámonos un poco, ¿qué dices? —me susurró por detrás, su cabeza gacha rozándome el oído.

Su aliento a cerveza me golpeó al instante. Tal como lo hizo el temblor involuntario que se apoderó de... bueno, de todo mi cuerpo. No era más que un puto chihuahua trémulo enfrentándose a un maldito Dóberman. Excepto que un chihuahua tan siquiera hubiera tenido más chance.

De repente, este me levantó por los brazos, estrellándome contra la pared despiadadamente. Sus dedos se enroscaron por estos como con la intención de partir una ramilla en dos. Y si no era ya lo suficientemente claro, este jodido deportista definitivamente podría partirme a la mitad.

Ok. Esto era un problema.

Nathan ya era un idiota estando sobrio, no podía ni imaginarlo completamente ebrio. Encima tomando en cuenta lo furioso que se veía; el maldito Jake LaMotta en «Toro salvaje» pero sin el carisma actoral de Robert De Niro.

Pensé que ya me habría golpeado unas cuantas veces, a lo mejor incluso una serie de patadas. Pero no. Se había interesado más bien en ojearme el atuendo... mi top corto. Sus ojos no dejaban de recorrer mi abdomen expuesto, eran como llamas verde botella decididas a juzgarme.

O a excitarse. Puta madre, ya no podría saber...

Lucía una especie de brillo en estos, diría que le gustaba lo que veía. Y para ser sincero, realmente deseaba que sus ojos puramente irritados regresaran; esto me era aún más aterrador.

...Aunque cualquier destello fue reemplazado por un gruñido casi de inmediato.

—Pero... ¿qué es esto? —se rio a secas, apretando mis brazos con fuerza. Un apretujón más y no sabía si mis huesillos aguantarían—. Mierda, Hernández, realmente tenías que mostrarle a todos lo mucho que te gusta meterle vergas a esa linda boquita tuya con este atuendo, ¿eh?

Para: JackDonde viven las historias. Descúbrelo ahora