Capítulo Veintiuno 〜 Androide programado en: el día de la marmota

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Comenzar el día escolar mirando detenidamente mi casillero y con el temor de la expectativa tensando mi espalda era más que familiar a estas alturas.

El proceso ya parecía arraigado a mi cerebro. Estaba condenado a repetir esta rutina impuesta sobre mí como si fuese un tipo de droide programado.

Abrir casillero. Ver papel doblado de la semana. Experimentar mismo déjà vu. Tomar carta plegada. Abrir. Leer. Pensar demasiado... enjuague y repita.

Y ahí iba yo de nuevo, obedeciendo el programa al pie de la letra. Apenas descansado, exiguamente hidratado y sin ganas de leer la carta del día que estaba en mis manos.

Mas, sin embargo, obligué a mis ojos holgados a abrirse por completo y enfoqué la visión en esa maldita letra cursiva por lo que se sentía como la centésima ocasión.

Para: Jack

Lamento escuchar acerca de tu reciente pelea con Hunter.

¿Fue muy fea? ¿Quizás podría haber marcado el final de una amistad duradera?

Oh, seguro que eso espero... Ya sabes, por tu bien. El bien de Hunter también, en realidad. Como ya sabes, tu amistad solo le traía problemas, no creo que eso sea algo que una persona querría para alguien que le importa, ¿o sí?

Estoy seguro de que lo entiendes. Eres inteligente, después de todo. Eso es lo que me gusta de ti, Jack. Puede que a veces parezcas ciego, pero al final del día siempre sabes qué hacer. Sabes cuál es el mejor curso de acción. Para todos nosotros.

Y tampoco te sientas mal por ello. Abrirás los ojos con el tiempo, estoy seguro. Estarás con alguien más parecido a ti. Alguien que en verdad te entienda...

La agresividad pasiva que prácticamente brotaba de la tinta me hizo apoyar la frente contra mi locker. No podía pensar en una forma más horrible para iniciar el día.

—Realmente tenemos que dejar de encontrarnos así —comentó Hailey de la nada. Mi amiga debía ser una jodida ninja.

Giré para mirarla (si bien con la expresión momificada que no se me borraba) y empuñé la mano para aprovechar la carta de pelota antiestrés, aplastándola en el proceso y metiéndola a mi bolsillo.

—Mierda, Hails, ¿has logrado crear la primera máquina de teletransportación? —solté mientras limpiaba sudor de mi frente—. No estaría sorprendido.

Hailey siguió la hoja de papel aplastada hasta su llegada a mi bolsillo.

—¿Carta de Hayden? —me sonrió de lado.

—Supongo que no lo sabrás —suspiré—. Cómo va tu club de robótica?

—No me la vas a creer —exclamó y amplió su sonrisa en lo que se apoyaba en el casillero vecino.

—Probablemente no lo haga.

—No seas aguafiestas, adivina.

—Hmm... —imité un sonido reflexivo desde mi garganta—. ¿Nathan finalmente se enteró de su talento innato para fabricar robots?

—Ja, ja, broma quemada, Jack —rodó los ojos antes de apartar su peso del casillero—. Silena acaba de unirse.

Y justo así, las palabras opresivas de mi amigo secreto quedaron varadas en algún lago mental remoto.

—Eso es increíble.

—¿Lo es? Pensé que ustedes dos se odiaban...

—No tenemos 10, Hails, me alegro por ella, en serio.

Para: JackDonde viven las historias. Descúbrelo ahora